20.9.04

Gol a gol

Ya estamos de nuevo con la Liga. Al Español, para desgracia de Camacho y después de muchos años, lo tenemos de líder. Y todos los seguidores habidos y por haber, desde el primer al último equipo, piensan que este año sí, que se lo van a llevar todo de calle. Como aquel grupo de amigos que protagonizaba Días de Fútbol, una de las películas más sobrevaloradas del cine español de los últimos tiempos, que pensaban que, a pesar de su nulidad para con eso del balón, se convertirían en campeones de la liguilla del barrio. De eso nada de nada (como mucho ganaron un partidillo, con la ayuda del árbitro), aunque en cuestión de taquilla, la temporada pasada fueron de los primeros.

Ayer me enfrenté a ella por primera vez. Cuando se estrenó, hace poco más de un año, no tuve nada claro el ir a verla. No tuve el valor suficiente, vaya. Díganle pereza, cobardía o como quieran llamarle, pero la verdad es que me escamó muchísimo eso de que intentaran venderla como una especie de secuela futbolística de El Otro Lado de la Cama. Esa sí que estaba bien -a pesar de tocar un tema trillado y de fusilar un tanto la idea del Todos Dicen I Love You de Woody Allen-, pues era fresca, simpática y con un buen guión, cosa que le falta a Días de Fútbol... o, al menos, un servidor no supo encontrarlo por ninguna parte. ¿Por qué será que cada vez que un guión lo firman más de tres, como en este caso, siempre brilla por su ausencia?

La película, dirigida por el guionista de El Otro lado de la cama, David Serrano, amontona una sucesión de gags, colocados con poco orden y ningún concierto, bajo la excusa argumental de mostrar las relaciones de pareja de un grupo de amigos del extrarradio madrileño. No hay que negar que, en algunos momentos, la cosa tiene su gracia, pero la historia no acaba de arrancar nunca. Bromas sobre el adulterio, el puterío y la falta de sexo en el matrimonio son su eje principal. Poca cosa. Ni es ni grotesca y sucia como los Torrentes (aunque lo pretende) ni es sutil como las grandes comedias... Por cierto... ¿se hacen aún grandes comedias?

A pesar de los pesares, Días de Fútbol tiene un puntito magnífico, mayúsculo: el personaje interpretado por Ernesto Alterio, Antonio, un quinqui violentorro, recién salido del talego, dispuesto a convertirse en psicólogo pero que tiene que conformarse con hacer el taxi. Les puedo asegurar que de Antonios como éste hay a montones. Calcaditos. Sin ir más lejos, no hace mucho, conocí a un tipo así (ignoro si acababa de salir del trullo pero, a pesar de su particular y "sabia" verborrea, me daba la sensación de peligro, de mucho peligro) y, viendo esta película, pensé que estaba ante su vivo retrato: impulsivo, amenazador, pero, en el fondo (muy en el fondo, allí en donde se “reconcomen” las tripas), con un toquecito de ternura e inocencia a tener en cuenta.

Seguro que ustedes también conocen al Antonio o a cualquiera de sus múltiples clones. ¿Qué sería de nosotros sin ellos?

Antonio y su flamante traje de bodas

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