5.10.04

Adelantar por la izquierda, tampoco es seguro

El cochecito (leré) ha vuelto a dejarme tirado. Un nuevo calentón. El mecánico (como ya va siendo habitual) no se aclara, que lo ve todo correcto, dice el malvado. Yo, con el percance, sin poder ir al cine y quedando ante el hombre del mono sucio como un palurdo. Y los estrenos, acumulándose. Todo llegará. Si no es mañana, será pasado, pero les iré colgando las impresiones de todo cuanto vaya viendo. A no ser que sufra en carne propia algún que otro calentón interno.

Para paliar mis ansias de películas, he recurrido al vídeo. Aprovechando la coyuntura (lo del coche y el calentón, y ya van dos desde que inauguré este blog), y el próximo lanzamiento en DVD de Duel (aquí titulada con el culo como El Diablo Sobre Ruedas), he decidido volver a ver esta tarde la película que lanzó definitivamente a Spielberg a la palestra.

Realizada directamente para la cadena televisiva ABC, sus buenos resultados le llevaron a estrenarla en las pantallas cinematográficas de Europa, con algún que otro retoque respecto al producto original que, ante todo, inflaba un tanto su reducido metraje inicial. Así asistimos a un momento –no visto en su estreno televisivo en Norteamérica- en el que su protagonista, Dennis Weaver (aka McCloud), perfila su carácter a través de una llamada telefónica a su ajetreada esposa.

Poco hay que contar de esta indiscutible joya. Pequeña, pero brillante. Y aún codiciada. Aguanta el paso del tiempo, que eso es muy importante, siempre que tengan en cuenta que los medios técnicos y económicos con los que contaron en la época, 1972, no serían los mismos que se utilizarían hoy en día para contarnos la misma historia.

Sus mínimas cotas argumentales siguen siendo perfectas: Un adelantamiento correcto. Un pique en carretera. Un camión enloquecido y un conductor timorato e inseguro. Un duelo inacabable en las desérticas carreteras de California y una agobiante tensión que se acrecienta a cada minuto de proyección. Cuatro guiños a los inmortales Correcaminos y El Coyote de la Warner y un pequeño toque de humor surrealista, a través de los programas de radio que suenan en el coche de Weaver, acaban de redondear el ágil producto.

Tras la cámara, Steven Spielberg, un joven de 25 años con una larga experiencia como realizador de episodios para varias series populares. El guión era meticuloso y obra de uno de los grandes, Richard Matheson, el que escribiera la fascinante El Increíble Hombre Menguante, la mayoría de las adaptaciones de las obras de Edgard Allan Poe (para la factoría Corman) y algunos capítulos de seriales tan míticos como Star Trek o Night Gallery, entre otros.

Denle una oportunidad, aunque no crean en Spielberg. Sufran metiéndose en la piel de su protagonista e intenten adivinar el rostro del mal, el del camionero tozudo e hijo de puta (la verdad, es que ese hombre desconocido y sin cara no merece otro calificativo). Y vigilen en sus adelantamientos en carretera. Nunca se sabe por donde saldrá el toro. O el cabroncete de turno.

No hay comentarios: