30.10.04

Tolkien aún no estaba allí

Peter Jackson es un hombre que está de moda. Un neocelandés, criado bajo el amparo del más estricto cine gore que, sabiamente, ha sabido encontrarse un hueco entre los grandes de Hollywood gracias a la trilogía sobre El Señor de los Anillos y que, en la actualidad, está preparando una nueva versión de King Kong.

Quizás sea ahora el momento oportuno de recuperar una de los títulos más atípicos de su filmografía. Un título del que, extrañamente ya casi ni se habla cuando se repasan los trabajos de éste director. Se trata del encomiable Criaturas Celestiales, en el que, basándose en un hecho real, consiguió hacer un excelente retrato de una relación, amistosa y de amor, entre dos jóvenes y fantasiosas adolescentes, que desembocó en un acto trágico y violento en el pueblo de Christchurch (Nueva Zelanda) durante el año 1954.

Criaturas Celestiales es una cinta llena de interesantes segundas lecturas (en nada pedantes) y dotada, al mismo tiempo, de un guión magistral que cuestiona, sin ningún tipo de complejos, la discutible culpabilidad de la brutal reacción de las chicas protagonistas ante una situación extrema, cuando, en todo momento, se sienten marcadas por los actos de sus propios padres. La película en sí es una verdadera lección narrativa, capaz de dejarnos la sangre helada en más de una ocasión, mientras que en otras logra hacernos sonreír gracias a su cínico y bien empleado sentido del humor.

Un film emotivo en el que todo cuadra a la perfección. El buen hacer de las dos jóvenes protagonistas (Kate Winslet, 3 años antes de saltar a la fama gracias a Titanic, y Melaine Lynskey), sus múltiples homenajes a personajes de toda la vida (Mario Lanza, James Mason y Orson Welles) y, ante todo, la ácida crítica a dos clases sociales antagónicas representadas, en este caso, por los padres de las chicas. Y todo ello dejando clarísimo, de manera contundente, el error que demuestran muchos sectores radicales cegatos a la hora de juzgar, erróneamente, una malentendida relación homosexual.

Curiosamente, Peter Jackson, tras haberse iniciado en el cine a través de su violenta y divertida Bad Taste (Mal Gusto) –una película de culto entre los amantes del gore-, casi una década más tarde apostó en éste, su cuarto largometraje, por un caso verídico, sin renunciar, por ello, a utilizar escenas de tono fantástico y onírico, brillantemente filmadas, en su narración. Tanto es así que, con la sola ayuda de una inquietante cámara, en constante movimiento, inmortalizó un sinfín de secuencias intachables e inolvidables, como la de la visita al interior de un maraviloso castillo o aquellas en las que hacía referencia a las continuas alucinaciones fantasiosas de sus dos protagonistas.

Vista con el paso del tiempo, y a pesar de haber quedado injustamente relegada en un segundo lugar, es de alabar el valiente giro que hizo el director en su carrera, tanto en género como en estilo. Un giro que, seguramente, le sirvió para ir escalando posiciones hasta su status actual.

Yo, personalmente y sin ansias de provocación alguna, me quedo con este Jackson. El Jackson de Criaturas Celestiales.

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