9.10.04

Una de reciclaje

Quien avisa no es traidor. A partir de ahora, y de vez en cuando (sin abusar y aprovechando que es fin de semana), les iré colgando algún que otro post dedicado al cine basura. Un tipo de cine que redescubrí gracias a mi cuñado Absence (vaya tipejo) y cuyos títulos hay que saborear como si se trataran de grandes obras maestras. Aparte, este submundo cinematográfico les puede generar inolvidables y gratas veladas. Los matrimonios Absence y Spaulding disfrutamos de lo lindo gracias a ello, pues hace unos años, algún que otro viernes o sábado por la noche, nos reuníamos en casa de alguno de nosotros, cenábamos y nos tragábamos un título basurero elegido con total nocturnidad y alevosía. Como añoro esos tiempos. Tendríamos que retomar esa sana iniciativa.

Para los no iniciados, les pondré en antecedente colgando un artículo que publiqué, hace un par de años, en una publicación mensual ya desaparecida.

EL SANO OLOR DE LA BASURA

Tim Burton, en 1994, con su magnífica película Ed Wood -un atípico biopic sobre uno de los peores directores de la historia del cine-, convirtió a éste personaje en un mito viviente, al mismo tiempo que desveló los entresijos del hoy llamado cine basura, un subgénero que, con los años, ha ido ganando más adeptos y seguidores.

Y es que visionando algunos de los títulos del malogrado Edward D. Wood Jr. , como Glen or Glenda o Bride of the Monster, por no citar la ya mítica Plan 9 From Outer Space, aparte de pasar un rato estupendo, riendo a costa de sus ridículos diálogos y de sus patéticas interpretaciones, se enfrentarán a una lección magistral de cine, ya que no hay mejor manera de aprender que observando sus mayúsculos errores de montaje y de planificación, o descubriendo graves deslices narrativos o de guión.

Grandes cineastas reputados como Quentin Tarantino o, sin ir más lejos, Álex de la Iglesia, se han declarado fieles admiradores de las filmografías más cutres e inimaginables. Gente como ellos, con Pulp Fiction o Acción Mutante, han demostrado utilizar sabiamente sus cachondas sesiones de cine casposo -seguramente al amparo del anonimato del vídeo casero-, para buscarles la parte más positiva a esos títulos, algunos de ellos ya convertidos en verdaderos clásicos en su género.

España ha sido uno de los países que, con mucha honra, ha generado una gran legión de cineastas nefastos, sobretodo en lo que concierne al cine fantástico de los años 60 y 70, época en la que realizadores como Jess Franco, Jacinto Molina (para no iniciados, Paul Naschy), Amando de Ossorio o León Klimovsky, nos obsequiaron con títulos tan fabulosos y ridículos como Drácula contra Frankenstein, El retorno del Hombre Lobo, El Ataque de los Muertos Sin Ojos o La Noche de Walpurgis, respectivamente. Algunas de estas películas se han convertido en motivo de veneración por sus seguidores, alcanzando altos precios en el mercado negro sus copias piratas en VHS (de pésima calidad, por cierto).

Otras de éstas cintas, como es el caso de El Espanto Surge de la Tumba de Carlos Aured, por ejemplo, tienen otros alicientes al margen de sus connotaciones más basureras, como el poder reconocer al malogrado y gran Luis Ciges interpretando a un zombie un tanto palurdo y sanguinario, o el avistar al mismísimo Jess Franco a través del espejo retrovisor de un automóvil, cámara en mano, filmando una escena de la horrenda El Muerto Hace las Maletas.

No olvidemos tampoco que, al margen del cine fantástico, en nuestro país también se han revelado otro tipo de impostores tras la cámara, como es el caso de Antoni Ribas quien, escondiéndose tras el disfraz de nacionalista catalanista, realizó un considerable número de largometrajes a cuál más vergonzoso (La Ciutat Cremada, la trilogía Victòria o Terra de Canons) y que llegó a lo más bajo de su triste carrera con El Último Torero Porno.

Pero España no ha sido el único gran difusor de cine basura. Méjico, con sus legiones de héroes enmascarados, se ha convertido en el otro mercado más buscado y cotizado por los amantes del género. De éste valdría la pena destacar la figura de Santo El Enmascarado de Plata, un profesional de la lucha libre especializado en dar caza a los más perversos y malignos personajes: el conde Drácula, Frankenstein, descerebrados mad doctors o tentadoras y macizorras mujeres vampiro, han sido algunas de sus más populares víctimas, llegando a su cenit en un título de culto en pleno siglo XXI: Santo y Blue Demon Contra los Monstruos.

No hay que olvidar que a tan surrealista personaje (un tipo imbuido en sus ropas de trabajo y con su máscara plateada día y noche encasquetada) le siguieron numerosos imitadores y emuladores. Al citado Blue Demon (convertido ya en su discípulo más aventajado) tendríamos que añadir a Mil Máscaras, la Mujer Murciélago (el alter ego femenino y mejicano de Batman) y al mismísimo El Hijo de Santo, entre otros ganapanes.

Italia, con sus giallos (films policiacos auspiciados por el estilo impuesto por gente como Mario Bava y Dario Argento), fue otro de los principales países productores de basura cinematográfica, potenciado aún mas esa moda desde nuestra España más casposa, lugar en el que León Klimovsky realizó una copia de ese estilo a través de Una Libélula Para Cada Muerto, película en la que el excelentísimo Paul Naschy se convertía, al mismo tiempo, en una burda imitación del Harry El Sucio creado por el tándem Siegel-Eastwood.

Volviendo a España, y para rematar este repaso al cine basura, valdría la pena resaltar una película que, seguramente con los años, se convertirá en título de culto y en la gran competidora de la ya clásica Plan Nine From Outer Space de Ed Wood. Se trata de Made in China, una coproducción nacional con Hong Kong que, dirigida por John Liu (un sucesor frustrado del desaparecido Bruce Lee), nos narraba una alucinante historia de espionaje y artes marciales, capaz de convertir a ciertos parajes de la Costa Brava gerundense en suburbios parisinos, o de aprovechar un accidente real de aviación para mezclarlo mosbosamente con la ficción narrada. Toda una gozada.

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