22.3.05

El amigo invisible

David Callaway es un psicólogo de prestigio. Está pasando por un mal momento. Su mujer acaba de suicidarse. Su hija pequeña, Emily, ha sufrido un fuerte shock al contemplar el cadáver desnudo de su madre dentro de una bañera ensangrentada. Para paliar ese trauma, decidirá abandonar su residencia de Nueva York e instalarse, los dos juntos, en una casa en las afueras de la ciudad, en medio de un tranquilo y apacible bosque. Pronto Emily empezará a jugar con Charlie, un amigo invisible.

Éste es el punto de partida de El Escondite, un nuevo thriller terrorífico que recupera a Robert De Niro de toda una sarta de comedias insalvables para colocarlo en un género en el que, indudablemente, se desenvuelve mejor. Y, al menos, durante la primera parte de la película, el hombre se muestra moderado. Arrugado (pues los años no pasan el balde), pero controlado dentro de lo que cabe. De todos modos, aprovecha los descabellados minutos finales del film para mostrarnos todo su catálogo de muecas y aspavientos más recurridos en sus últimas interpretaciones.

Pero lo de esa parte final pasada de rosca no sólo es culpa de De Niro. En realidad allí se esconde el gran error del guión de El Escondite, una película que resulta interesante y bien narrada, tensa y con sus efectivos trucos para asustar al personal, bien colocados a lo largo y ancho de su narración y que, en el fragmento final, al intentar aclarar que se esconde tras la figura del misterioso e invisible Charlie, da la impresión de que los responsables de esa historia hayan decidido echar la casa por la ventana. Y nunca mejor dicho lo de la "ventana", pues en uno de los ventanales de esa casa de campo se esconde uno de los engaños más flagrantes de todo el producto. De esos que están metidos con calzador y con la única y alevosa intención de despistar (falsamente) al espectador. Como aquel primerísimo plano de la lápida al inicio de El Bosque, la de Shyamalan, para entendernos.

Y es una pena, pues hasta ese momento, justo antes de llegar a su resolución final, a esos veinte minutos desorbitados, el film se muestra sobrio. Efectista, sí, pero dentro de unos límites. Su realizador, un tal John Polson (un actor secundario metido a director), demuestra dominar el arte del suspense, consiguiendo escenas ciertamente inquietantes y jugando, para ello, con la reiterativa visión de una bañera llena de sangre.

Una mención aparte merece la pequeña Dakota Fanning, la niña secuestrada de El Fuego de la Venganza, que aquí, en El Escondite, se convierte en la mejor baza con la que juega Polson. La presencia de esa niña es ciertamente estremecedora: de pocas palabras, solitaria, reservada, seria y misteriosa. Y con un aspecto físico tan angustioso que nos remite, de manera inexorable, a aquellas criaturitas mortecinas dibujadas por Edward Gorey, de lánguida mirada y tez pálida. Escalofriante. Y una gran y prometedora actriz, a pesar de su corta edad.

Y pululando por allí, dándole cierto empaque al fallido producto, tres grandes mujeres del cine actual, de esas que se prodigan poco pero que siempre da gusto verlas: Amy Irving, Famke Janssen y Elisabeth Shue.

Sigo opinando que es una lástima que esa forzada parte final destroce el buen ritmo y el excelente pulso narrativo mostrado durante buena parte del film. A pesar de los pesares, al menos no aburre. Y eso, viendo el panorama, ya es mucho.

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