17.3.05

Sean buenos: Dios existe

Bruce Nolan es un reportero de una cadena televisiva de Buffalo al que se le encargan los reportajes más chorras que se puedan imaginar. Tras largos años de trabajo en esa empresa, implora ser ascendido a conductor de noticiarios, cargo que le es otorgado a otro de sus compañeros. Todo parece irle en contra, empezando por su relación de pareja con Grace y terminando con el perro de ésta, un animal un tanto cazurro que se mea en todos los rincones de su apartamento. Tan cansado está de que todo le salga al revés, que acabará retando al mismísimo Dios para que se fije en él de una puñetera vez, el cual, ni corto ni perezoso, se plantará ante éste y, como reprimenda, le otorgará sus mismos poderes durante una semana entera.

Éste es el curioso punto de partida de Como Dios, una premisa que parece prometer infinidad de gags irreverentes. Para empezar, Jim Carrey, nuestro periodista gafado, no está tan pasado de rosca como en otras ocasiones. Buena señal. Pero allí se acaban todas las esperanzas de que esa película pueda funcionar, pues en momento alguno se atreve a entrar a saco en el tema religioso. Más bien todo lo contrario, ya que la película deja bien claro que Dios existe, que Dios es bondadoso y omnipresente pero que, por muchos superpoderes que tenga, le es imposible paliar toda la maldad humana. Y les puedo asegurar que los últimos quince minutos son de un moralista que da asco. En los 70 y desde nuestra televisión, ni esos sermones arcaicos que se montaba el apolillado Monseñor Guerra Campos llegaron tan lejos.

La verdad es que muy poco se podía esperar de Tom Shadyac, su realizador, pues todas las comedias anteriores que ha dirigido han resultado igualmente un fiasco considerable, empezando por sus dos colaboraciones con el mismo Carrey (el primer Ace Ventura y Mentiroso Compulsivo) y terminando con la melaza ofensiva que supuso Patch Adams, la del médico payaso con Robin Williams. Y es una pena, pues por una de esas ocasiones en las que Carrey afronta una comedia con el mínimo de exageraciones posibles, el tal Shadyac opta más por adoctrinarnos en la fe cristiana que por hacernos reír a través de la sátira religiosa.

Si algo es resaltable y coñón en esta fantochada se encuentra en la presencia de Morgan Freeman. Él es el encargado de dar vida a Dios, vestido con un impoluto traje blanco y dándole una dignidad y cierto toque de cinismo. Ciertamente envidiable. ¡Qué grande es Freeman! Aunque, para dioses en el cine, me quedo con el que interpretó Ralph Richardson en esa extraña comedia que, a principios de los 80, dirigió Terry Gilliam, Los Héroes del Tiempo. En ella, el desaparecido actor inglés hacía una creación de Dios ciertamente inolvidable: un tipo serio, estirado e impoluto, portador de una vestimenta elegante, exageradamente pulido, con un toque de maldad en su carácter y, ante todo, rencoroso, pues aquel que le gastaba una mala jugada era rápidamente apuntado en una pequeña libreta negra

Como Dios , aparte de ser una película digna de ser emitida por las televisiones más cutres durante la Semana Santa (que está al caer, por cierto), es un producto insulso y vacío, que en poco (o nada) explota la vena cómica de su protagonista y que parece conformarse, tan sólo, con un par o tres de gags mínimamente salvables.

Por cierto, durante la proyección, en una breve intervención interpretándose a sí mismo, aparece un Dios de verdad: Tony Bennett.

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