30.8.05

Ustedes lo han querido: BILBAO

Bigas Luna debutó en el mundo del largometraje con el correcto Tatuaje, un thriller, con connotaciones de denuncia social y política, basado en la novela homónima de Manuel Vázquez Montalbán y que, al mismo tiempo, supuso la primera aparición del detective Pepe Carvalho en la pantalla grande. Pero no fue hasta dos años más tarde, en 1978, que el realizador catalán destacó con Bilbao, una película rompedora y valiente. Y, hasta el momento, uno de sus mejores y más personales trabajos.

Bilbao es la historia de una obsesión. Sólo tres personajes le fueron necesarios a Bigas Luna para plasmar sus fantasmas más oscuros. Leo, María y Bilbao. Un hombre y dos mujeres. Y una ciudad, Barcelona. Una Barcelona nocturna.

Él es un tipo solitario, con ciertos desequilibrios mentales. Metódico y extravagante, dedica un tiempo excesivo, diariamente, a la limpieza de sus dientes. La higiene bucal no supone problema alguno para que, por otra parte, demuestre su perversa escatología orinando o masturbándose en los lavabos, en lugar de hacerlo en el inodoro. Aficionado a la fotografía y a coleccionar extraños recortes de revistas y periódicos, mantiene una singular relación con María, una mujer mucho mayor que él con la que convive y sostiene ciertos juegos sexuales.

En el otro extremo está Bilbao, una mujer que alterna su trabajo como stripper con la prostitución callejera. El descubrimiento de ésta perturbará la existencia del enigmático Leo. La seguirá a todas partes, intentando conseguir todos los detalles posibles que le aproximen a ella. Su voz, su ropa interior, su olor, su todo. Y una meta muy concreta: hacerla suya; conseguirla a cualquier precio, como si se tratara de uno de esos recortes que compila compulsivamente. Algo de El Coleccionista de Wyler se esconde tras ese personaje obsesivo.

Rodada en 16 milímetros y con el feísmo y un grano excesivo marcando su fotografía, Bigas Luna siempre afirmó que esa imagen se debía a una decisión personal. Una acertada decisión pues, con esa estampa tan desagradable, potencia, al cien por cien, la sensación de angustia que pretendía transmitir. Bilbao es una película morbosa, enfermiza. Hay sexo, pero no es erótica. Su sexo es malsano. Sus mujeres no son atractivas: una mujer madura ya caduca y una puta barriobajera. Para Leo, tanto la una como la otra, son meros objetos. Unas medias o unos zapatos de tacón podrían suplantarlas perfectamente.

La cinta sigue los cánones del cine negro, empezando por su voz en off. Leo cuenta al espectador sus sensaciones. En primera persona. Pero a lo bruto. A lo Bigas Luna de antes. No el de ahora, ese que busca filmar la sensualidad en sus nuevos films como si estuviera patrocinado por Penthouse. Un Lunas más carnal, morboso y enfebrecido. Y, en consecuencia, más real. De Barrio Chino barcelonés. De patearse las Ramblas arriba y abajo en busco de una furcia barata. Más duro y más sucio. Incluso basto en el tratamiento de ciertas escenas (lavados vaginales en el bidet de una sórdida pensión, folladas en automóviles y una desmesurada pasión por los productos lácteos). Pero, al fin y al cabo, por enfermizo, es necesaria esa causticidad.

Pensaba que el paso del tiempo habría marcado a Bilbao. Pero no. Su productor, Pepón Coromina, tenía mucha vista y acertó de lleno. La cinta sigue fresca (sí es que fresco es una adjetivo aplicable a una película tan enrarecida). Aún consigue sus propósitos. Y a ello contribuyen, también, Angel Jové, María Martín e Isabel Pisano. Leo, María y Bilbao, respectivamente. Perfectos en sus personajes. Y sin olvidar, tampoco, la voz mental de Leo, la del narrador, la del director teatral Mario Gas.

Después vendría Caniche.

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