13.10.05

El fantasma y la callista

Mañana se estrena, en toda España, la última de Jaume Balagueró, Frágiles, una de las pocas películas que vi este año en Sitges.

¿Qué decir de Balagueró? Este hombre tuvo un inicio, en el campo de los largometrajes, ciertamente esperanzador. Los Sin Nombre significó su debut. La película bebía directamente de la fuente de Seven y de la estética oscura de Expediente X (muy de moda en esa época), La historia era sorprendente, bien narrada y, en parte, original. Pero lo que más destacaba de la misma era el cuidado y atractivo tratamiento de la imagen, así como la impactante manera de crear atmósferas y ambientes opresivos y sombríos. Darkness, su siguiente film, fue la primera decepción: un producto tratado al estilo del star system norteamericano y realizado para vender directamente al público de ese país. Un producto sin pies ni cabeza que, a través de un cocktail un tanto forzado -en el que se mezclaban diversos títulos ya clásicos en el género fantástico- intentó construir un argumento que no se aguantaba por ninguna parte. Mucho artificio y poca chicha.

Frágiles ya es otra cosa, aunque igualmente fallida. No tan falsa como Darkness, apuesta por una revisitación de aquellos títulos en los que grandes y viejas mansiones están poseídas por un espíritu maligno. El edificio, en este caso, se trata de un viejo hospital infantil en el que, a punto de ser cerrado al público, empezarán a sucederse extraños y violentos fenómenos paranormales.

Sólo empezar, y apuntando hacia el cine con casas encantadas como principal excusa, Balagueró hace un claro y larguísimo homenaje a uno de los títulos más valorados (o sobrevalorados, para quien esto escribe) de Stanley Kubrick, El Resplandor. La cámara sigue, a través de un amplio travelling y desde lo alto de un helicóptero, al automóvil que llevará a su protagonista -la televisiva Calista Flockhart-, al centro hospitalario en cuestión. Una angosta carretera de curvas, plagada de acantilados, es el marco ideal para trasladarnos hasta el clima fantasmagórico del aclamado film del director norteamericano.

El resto es lo de siempre. No hay sorpresas, aunque sí varios sustos bastante bien planificados; pero tramposos. Balagueró juega bien su planteamiento. Sabe crear situaciones tensas, domina la imagen como nadie y demuestra estar seguro tras la cámara. Estética y técnicamente, Frágiles es un título impecable que se apoya en sus momentos más tensos, de manera inteligente, en la maravillosa banda sonora de Roque Baños, éste último cada vez más cercano al estilo de Bernard Herrmann a la hora de afrontar sus personales y compactas orquestaciones. El desarrollo de la historia funciona, hace creíble lo increíble e, incluso, tiene su pequeño toque gore que no pienso desvelar. Domina el género y le saca el máximo provecho a la Calista, la imponderada Ally McBeal. Tanto respeta el nombre de la serie que la lanzó a la fama que incluso aquí la bautiza como Amy. De Ally a Amy hay un solo paso en el abecedario. Y ella, a pesar de haberse operado el rostro de manera desorbitada (deshinchándose un tanto esos labios que parecían inmensas salchichas de frankfurt), cumple con su rol perfectamente, cosa que no ocurre con la forzada interpretación de la española Elena Anaya.

Pero Jaume Balagueró sólo llega hasta un punto muy concreto. A partir de allí se le desmonta la historia, precisamente en el momento en que finalmente desvela el previsible misterio que se esconde tras ese hospital maldito. Un abuso desmesurado de fuegos artificiales y tracas valencianas rompe todo el trabajo realizado hasta ese instante. Su desmadre es demasiado falso, muy de cara a la taquilla yanqui. Y ese desmadre convierte el apartado final de Frágiles en un pasaje insustancial. No aprovecha ciertos elementos atractivos (como la figura del escalofriante fantasma) tal y como hubiera debido hacer. Y, por el hecho de no saber condensar y mimar esa parte, acaba rompiendo todas las intenciones del producto. Una lástima. Aún y así, por suerte, queda a años luz de la olvidable Darkness, aunque sólo sea para reconciliarse con la Calista y por disfrutar de la música del gran Roque Baños. Menos da una piedra.

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