4.11.05

Muertos muy vivos y vivos muy muertos

Por fin, la Capilla Sixtina va tomando forma en mi domicilio. Sólo faltan cuatro detalles para poder morar en él con total comodidad. Es por ello que, con más tiempo y menos cansancio encima, podré volver a actualizar con normalidad esta página. Así que regreso al cine. Hay numerosos estrenos aún por ver y comentar. Irán cayendo poco a poco. Todo tiene su tiempo. Y para muestra, empiezo con una de las propuestas más interesantes (que hay varias) de la cartelera actual. Se trata del nuevo film de Tim Burton.

Tras ver La Novia Cadáver, me he reconciliado totalmente con el director. Su versión sobre el universo de Willy Wonka me dejo frío, indiferente. Pero con esta ingeniosa y macabra fábula que, por momentos retoma el estilo de la magistral Pesadilla Antes de Navidad, ha vuelto a situarse en el lugar de honor que se merece.

Esa visión gótica, fúnebre y oscura de nuestro planeta está más acentuada que en otras ocasiones. Y para obtener ese efecto depresivo, juega con dos mundos totalmente diferentes: el de los Vivos y el de los Muertos. Mientras el de los vivos está retratado a través de una fotografía de colores pálidos y grises (casi, casi, en blanco y negro), el de los muertos es totalmente colorista. Un contraste singular y atípico que, en parte, demuestra el carácter lúgubre que se esconde tras su autor, pues visionando la película a uno le apetecería más integrarse en el alegre y gamberro ambiente en el que se mueven los difuntos protagonistas que en el frío y estresado terreno por el que deambulan los vivos.

La animación es laboriosa, filmada fotograma a fotograma. El nervio otorgado a su narración es digno de tener en cuenta. Y su ajustado metraje (menos de 80 minutos) acaba resultando ideal. Cuenta lo justo y necesario, sin necesidad de irse por la ramas. Conciso y sarcástico, siempre yendo al grano.

Al contrario que otras producciones de animación recientes, se frena a la hora de hacer guiños cinéfilos. Haberlos, haylos, pero sin pasarse. Son muy sutiles, con lo que no agobian en absoluto. El terror de la Universal de los años 30 es su referente más claro. Sus decorados, por ejemplo, remiten al Frankenstein original y algún que otro número musical se acerca, inevitablemente, al más puro Cabaret de Fosse, pero en cutre y cadavérico.

Su historia es simple, sencilla, pero bien perfilada. Una boda pactada; una putrefacta mujer asesinada y resucitada a destiempo; una cínica caricatura de la aristocracia más decadente y una especie de emulo patoso de Jerry Lewis (el personaje de Victor Van Dort, al que en su versión original pone la voz Johnny Depp), son los principales ingredientes que utiliza Tim Burton para consolidar su producto. Y a partir de ahí, las diferencias entre el País de los Muertos y el de los Vivos se convierten en el principal atractivo del mismo.

Una cinta compacta y sin fisuras en la que, al mismo tiempo, vuelve a brillar la banda sonora compuesta por Danny Elfman, uno de los colaboradores habituales del realizador californiano. Menos repetitivo que en sus últimas partituras, la banda sonora de La Novia Cadáver se convierte en otro de los elementos maravillosos del film. Elfman libera su espíritu. Parece haber disfrutado de lo lindo poniendo música a las imágenes de Burton. Y ello se nota en el resultado final, mucho más fresco y desinhibido que en trabajos anteriores.

Véanla, a poder ser, en su versión original. Mucho me temo que el doblaje castellano no debe respetar las canciones como es debido. Si no es así, que alguien me rectifique, por favor.

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