24.1.06

Ustedes lo han querido: EL TAMBOR DE HOJALATA

El pequeño Oskar Matzerath nació en medio de una Alemania convulsa, pocos años antes de iniciarse la Segunda Guerra Mundial. Nunca llegó a saber si su padre biológico era Alfred -un hitleriano un tanto obtuso- o el tío Jan, un polaco, primo de su madre y amante de ésta. Asustado y avergonzado del comportamiento de los mayores, el día que cumplió tres años y tras recibir como regalo un tambor de hojalata, tomó la decisión de no crecer nunca más.

Terco en palabras y refugiándose de por vida en el molesto sonido de su tambor y en un fantástico don de su voz, se convirtió en un observador solitario de todo cuanto acontecía a su alrededor, llegando incluso a cambiar, con sus rencorosos actos, el devenir de los más cercanos a él.

El maestro de ceremonias de El Tambor de Hojalata es el propio Oskar. A través de su quisquillosa e insolente voz en off, asistimos a los pasajes de una vida marcada por las tragedias familiares y por el estallido del nazismo. La vida de un hombre que se quedó con el aspecto de un niño de tres años, pero que llegó a desarrollar los mismos sentimientos e instintos que los adultos. ¿Ángel o diablo?; un personaje bipolar que, en su infancia, asistió de cerca a una relación triangular, la de su madre con su marido y su amante. En su periplo, tanto se codeó con los nazis como con los perseguidos y odió y amó a partes iguales.

Una película atípica que, al igual que con la dualidad de su reducido protagonista, resulta irregular e inesperada. Marcada por una primera parte espléndida e ingeniosa, el equilibrio narrativo que en ella demostraba se ve desmembrado en su interminable media hora final, justo tras el inicio de la Segunda Guerra Mundial y de los primeros devaneos sexuales y amatorios de un espabilado Oskar. Es a partir de ahí cuando el film de Wolker Schlöndorff pierde su cínico (y surrealista) sentido del humor, para entrar a saco en un agobiante laberinto plagado de simbolismos y segundas lecturas. El realizador juega entonces a ser (erróneamente) más felliniano que el propio Fellini: monta un circo de enanos, éstos se le reproducen como conejos y acaban inundando la pantalla enfundados en uniformes militares de graduación. Más que del absurdo, se trata de una desproporción.

Al contrario que en su primera parte, narrada con cierta calma y precisión, en el sprint final Schlöndorff pierde la cordura y precipita los acontecimientos de manera exagerada: se inicia el conflicto internacional y, de repente, los americanos ya han llegado a París. O bien las tijeras hicieron mella para aligerar el (excesivo) metraje, o el prestigioso Jean-Claude Carrière, su guionista, se hartó de la minuciosidad con que inició la adaptación de la obra de Günter Grass.

Los años no le han pasado en balde. Como diría Don PacoMartínezSoria, el Arte y Ensayo no es para mí. Y es que El Tambor de Hojalata ha envejecido demasiado rápido, al contrario que su pequeño protagonista. Lo que hace años impresionó a las plateas, ahora se ha convertido en un ensayo básico (y un tanto obsoleto) sobre el bien el mal: o sea, el nazismo y el comunismo. No hay término medio.

A pesar de los pesares, sigue poseyendo ciertos aspectos que aún conservan su fuerza inicial como, por ejemplo, la cruda manera de afrontar el tratamiento de ciertos pasajes escatológicos (pocas veces superado por el cine actual) o la agudeza visual e imaginaria de su autor que, indudablemente, nos ha dejado momentos cinematográficos inolvidables y de gran belleza plástica (la escena en la que un furibundo Oskar, en pleno arrebato de celos y valiéndose de sus poderes, decide romper las cristaleras de una catedral). Y, sin olvidar tampoco, las magníficas interpretaciones de sus actores. Del primero al último, aunque resaltando por supuesto al joven David Bennent, una especie de mezcla infantil entre Anthony Hopkins y Carlos Pumares, la criatura ideal para dotar de todo tipo de matices al personaje del pequeño que decidió no crecer nunca más: el Peter Pan germano.

En otro orden de cosas y al margen del film, querría citar la pésima edición en DVD que hizo la empresa Filmax de este título. Aparte de estar subtitulado con la punta del... está dotado de una imagen poco nítida, lleno de continuos cambios de color y brillo en su metraje y con un widescreeen miserable . Todo un prodigio, vaya.

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