3.2.06

Pagar con la misma moneda

Spielberg se ha puesto serio y con Munich ha conseguido uno de sus trabajos más redondos y compactos. Rehuye la melaza habitual de sus últimos films y, para narrar todo el caos de violencia y muerte que desencadenó el atentado de Septiembre Negro en las Olimpiadas de Munich del 72, opta por un estilo seco y conciso. Deudor de los mejores pasajes del cine de Costa-Gavras, su obra tiene fuerza, un guión espléndido (con un único y perdonable cabo suelto) y, ante todo, muchas ganas de poner las cartas en su sitio.

No se corta a la hora de exponer, sin cortapisa alguna, el problema judío y, por extensión, su postura victimista. El cinismo de sus gobernantes queda latente. Y, al mismo tiempo, apunta y denuncia la existencia del terrorismo gubernamental a todos los niveles Dicen que las verdades ofenden y, tal y como ha ocurrido en este caso, algunos pueden enojarse al verse fielmente reflejados en pantalla. Ideológicamente, la película de Spielberg, pone el dedo en la llaga, hurgando deliberadamente en la herida.

Munich no sólo destila ideología; al mismo tiempo, se trata de un espléndido film de acción. Un thriller político narrado con un vigor poco visto en los últimos años. Apuesta por el mismo estilo con el que, en los años 70, el artesano John Frankenheimer dotó a algunas de sus películas. No es de extrañar, por ello, que ciertas escenas, nos transporten hasta la secuela de French Connection, un film denostado en su día que bien valdría la pena reivindicar. Y, al igual que en muchos de los títulos de esa década, se traslada a Europa para contar la historia, evitando caer en el fácil error de la postal turística gratuita.

Se muestra diestro y clásico en el montaje de sus trepidantes escenas de acción, situadas a las Antípodas del estilo video-clip parkinsoniano actual. El tiroteo nocturno, en una callejuela de la ciudad de Atenas, es un excelente modelo a seguir. En todo momento el espectador sabe lo le que ocurre a cada uno de los personajes que intervienen. Rehuye los primerísimos planos y se dedica a mostrar la acción en general. No necesita muchas virguerías con la cámara. En general, intenta romper con su proceder habitual y demuestra saber colocarla de manera adecuada sin recurrir, para ello, a falsos y sobrecargados movimientos. Y es que ese hombre, cuando quiere, sabe hacer cine; gran cine.

Munich demuestra la madurez de Spielberg como cineasta. Honesto en sus planteamientos, va al grano en todo momento y sabe mantener la intriga durante sus dos horas y media de proyección. Nada sobra. Todo está medido con una precisión envidiable. Al contrario que otros productos, a medida que va avanzando su metraje, la historia va subiendo en interés. Mezcla, con especial sabiduría, el cine de acción con los planteamientos socio-políticos que conlleva su argumento. Disecciona con placentera nitidez la no-efectividad de saldar una deuda pagando con la misma moneda: la del frío ajusticiamiento.

Homenajea a Hitchcock en un par de ocasiones (a sabiendas de que el orondo maestro fracasó en su única intentona de realizar un thriller político, Topaz) y, por primera vez, decide no esconder en absoluto su velada pasión por el gore. Spielberg ha crecido. Y lo ha hecho muy bien. Tanto que, en una violenta escena que transcurre a bordo de un pequeño barco, sorprende por la frialdad con la que se recrea para filmar un asesinato. Ciertamente espeluznante.

El haber rehusado contar con una estrella de Hollywood para Interpretar el papel protagonista, es otro de los grandes aciertos del film. La elección de un rostro no muy conocido, como el de Eric Bana, tiene sus riesgos y, al mismo tiempo, un lado muy positivo. Los riesgos son puramente taquilleros, pues las cualidades interpretativas de éste han dotado de una particular personalidad a Avner, el agente del Mosat que, por obra y gracia del gobierno de Golda Meir, es reconvertido en un sicario sin escrúpulos para cumplir al dedillo con la virulenta venganza israelí. No podría imaginarme un título como Munich echando mano, como gancho principal, de un actor de las características de Tom Cruise. Seguramente, hubiera sido una Misión:Imposible más.

Cine comercial. Cine de autor. Cine comprometido. Cine de acción... Un compendio genial que incluso consigue resucitar, aunque sólo sea para la pantalla grande, a las dos torres gemelas. En definitiva: la recuperación de una manera de hacer cine que parecía ya perdida.

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