23.2.06

Por la gracia de Dios

En un día como hoy, hace de ello 25 años, un grupo de golpistas, amparándose en la memoria de Francisco Franco, perpetró un duro golpe contra la joven democracia española. Un golpe que, por suerte, no prosperó en absoluto y que confirmó definitivamente que, tanto en el Ejército como en la Guardia Civil, aún quedaban elementos demasiado retrógrados.

23 de febrero, 18 de julio... Hay fechas que deberían desaparecer para siempre. Otras, sin embargo, tendrían que perdurar en la memoria de todos como un día de celebración. Ese es el caso del 20 de noviembre, el “20N”, una fecha simbólica que para muchos significó el fin de una época dolorosa, oscura y gélida.

Sería mejor olvidar a personajes como ese Caudillo por la Gracia de Dios que nos tocó en desgracia. De todos modos, ya que muchos lo tuvimos que sufrir, al menos vale la pena que, de vez en cuando, nos riamos un poco de ese personajillo de aspecto ridículo bajo el que se escondía un verdadero monstruo.

¡Buen viaje, Excelencia! es una película que se dedica a ello: a reírse sin pudor en la misma cara del difunto y, de pasada, mofarse también de cuantos franquistas exacerbados aún pululan por nuestra piel de toro. De hecho, la película es una venganza personal de Albert Boadella quien, en los últimos años de la dictadura, se vio perseguido y amenazado por el antiguo régimen. Una venganza burlesca. Una caricatura descarnada y surrealista que, en su estreno, fue vilipendiada por cuatro gurús alegando que, tras ese escarnio boadelliano, no había el más mínimo interés cinematográfico.

Eso, en parte, es cierto. No busquen en esa comedia atisbo alguno de buen cine. Sólo fíjense en la mala leche que destila su director en contra de una figura que arruinó la vida a miles de españoles. Una mala leche merecida. Una estocada furibunda por parte de un juglar cabreado y maltratado por Franco. Y, como tal, la película tiene su gracia.

También es cierto que se trata de un producto que interesará mucho más a todos aquellos que vivieron los últimos días del Generalísimo que a las nuevas generaciones. ¡Buen Viaje, Excelencia! está plagado de detalles y apuntes de una época en que la dictadura empezaba a agonizar, al igual que lo hacía su alma visible. La ascensión a los cielos de Carrero Blanco (con la que se inicia la película), el ajusticiamiento de Puig Antich, la Marcha Verde o la agonía interminable del dictador, son algunos de las situaciones que recrea Boadella, siempre fiel a su estilo provocador y caricaturesco.

No sólo se ensaña con el Caudillo a través de gags ciertamente cínicos (espléndido el discurso de éste, mezclando su furibundo odio a los rojos con las indicaciones médicas de uno de los fármacos incluidos en su medicación diaria). BVE hace un especial hincapié en el descarado interés de aquellos moscones que le rodeaban por mantenerlo con vida para, de ese modo, poder seguir chupando del bote durante una temporada más. Y, pensando sólo en ellos, lo único que consiguieron es provocarle un largo y tortuoso sufrimiento antes de su muerte. Todos, del primero al último, conocían el famoso refrán de muerto el perro, muerta la rabia. No es de extrañar que, tal y como refleja el film, el Marqués de Villaverde y Carmen Polo de Franco (más conocida popularmente como La Collares), entre otros, hicieran lo imposible para evitar la desconexión final de su familiar.

El gran pilar sobre el que se aguanta la película se encuentra en los integrantes de Els Joglars (el grupo teatral de Boadella). Sus sabias y divertidas caracterizaciones y su trabajo interpretativo resultan excelentes aunque, en este caso, haya que resaltar -por encima del resto de la compañía- a un insuperable Ramon Fontseré. Sin este actor y su maravillosa caracterización de un destartalado y senil Francisco Franco, a buen seguro, ¡Buen Viaje, Excelencia! hubiera cojeado más de lo que muchos pretendieron en su día.

Yo, al menos, me reí bastante, al tiempo que recordaba aquel noviembre gris y frío en el que, aparte de estrenar la magnífica Primera Plana de Billy Wilder, metieron al Caudillo bajo una pesada losa en el Valle de los Caídos.

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