6.4.06

Ustedes lo han querido: 8 MUJERES

Años 50, en el corazón de Francia. Una hermosa y gran mansión en medio de un bosque nevado, alejada de la población más cercana. En una de sus numerosas habitaciones yace el cadáver de un hombre, apuñalado por la espalda. Se trata del propietario del edificio, el marido de una de las ocho mujeres reunidas en el lugar. Está claro que, entre las ocho, hay una asesina. Todas tenían motivo para asestarle la puñalada mortal y ninguna de ellas posee una coartada fiable.

Ocho mujeres incomunicadas, con la línea telefónica cortada y sin posibilidad de buscar ayuda en el exterior por culpa de una gran nevada. El escenario ideal para una novela de Agatha Christie, aunque falte Poirot o la señorita Marple. La más joven de las dos hijas del difunto, aficionada a las novelas policiacas, se convertirá en la investigadora principal del crimen de su padre. Junto a ella estarán su propia hermana, la altiva madre de ambas, una tía acomplejada y nerviosa (hermana asimismo de la anterior), otra tía con un pasado de vida airosa (hermana del difunto), su peculiar abuela y dos empleadas domésticas, la cocinera de color y una sensual doncella.

François Ozon es el director de 8 Mujeres, un realizador parisino acostumbrado a tejer satíricas (y a veces demoledoras) historias alrededor de la familia, tal y como demostró hace unos cuantos años con Sitcom. Con 8 Mujeres vuelve a arremeter contra el núcleo familiar, desvelando las hipocresías y falsedades de las relaciones entre los distintos miembros que lo componen, con la peculiaridad -en esta ocasión- de que todos los integrantes del mismo son mujeres. Mujeres perfectamente definidas. Cada una de ellas está dotada de unas características muy concretas que las distingue del resto de compañeras, con lo cual, Ozon aprovecha para hacer una disección perversilla y cínica (aunque un poco forzada) del mundo femenino, pues la presencia física del hombre brilla por su ausencia.

La película está basada en la obra teatral homónima de Robert Thomas. No esconde su origen escenográfico. Al contrario, lo potencia en todo momento, incluso en el tipo de registro interpretativo que ofrecen todas sus actrices, de la primera a la última; un registro que se acerca mucho más al teatral que al cinematográfico: la declinación y entonación de sus diálogos son mas elevados y remarcados, así como las expresiones faciales y corporales de todas ellas resultan un tanto más exageradas de lo normal.

Mezcla bien el tono de comedia satírica con el aire de tragedia que necesita la situación. A veces se sale de la raya y, como ocurre con el desmesurado personaje de Isabelle Huppert (el patito feo de la familia), carga demasiado las tintas sobre algunas situaciones, aunque finalmente sabe devolver la normalidad narrativa (e interpretativa) a su cauce. Para romper la poca originalidad que posee su argumento, opta por montar unos cuantos números musicales: una cancioncilla para cada una de sus féminas; una cancioncilla y, por supuesto, un baile. Y la verdad es que, en ese presunto toque de originalidad, se encuentra lo peor del film; un film que, seguramente por culpa de esos artificiosos e innecesarios números coreográficos, no acaba de enganchar al espectador.


Una propuesta a priori interesante, con varios detalles brillantes en su haber, que finalmente acaba resultando fallida. Su irregularidad narrativa y el pedante empecinamiento de querer hablar de demasiadas cosas en un metraje reducido (chantajes, adulterios, lesbianismo, prostitución, embarazos no deseados...), junto con ese empeño (un tanto alucinado) de hacer cantar y bailar a sus actrices, acaba mandando al traste todas las buenas intenciones iniciales. Los citados números musicales rompen su hilo argumental y sólo sirven, en general, para descubrir que grandes damas como Catherine Deneuve y Fanny Ardant, a su edad, ya no están para cantos. Y mucho menos para bailes. Y eso, en el fondo, acaba deprimiendo al más pintado.

Lo mejor de 8 Mujeres se encuentra en el innegable acierto de haber reunido a ocho actrices impresionantes y, sobre todo, por poder volver a gozar con la presencia de Emmanuelle Béart, una de las bellezas más compactas e indiscutibles del cine francés actual y que últimamente no se deja ver en exceso por nuestras pantallas.

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