19.2.07

American Beauty

Si ya esta temporada Pequeña Miss Sunshine ponía en solfa la modélica imagen de la familia norteamericana vertida desde el cine de los últimos tiempos, ahora le toca el turno a Todd Field quien, a través de Juegos Secretos, se suma al mismo (y merecido) ataque contra tal institución. Y, a pesar de llegar a las mismas conclusiones que las del film de Jonathan Dayton y Valerie Faris, Field lo hace desde un punto de vista distinto, muy alejado de la comedia y adentrado totalmente en el melodrama.

Juegos Secretos es una película cáustica y sobria. Muy pocos elementos le son más que suficientes para hilvanar una historia modélicamente escrita y en nada previsible: un barrio tranquilo y residencial; dos matrimonios distantes, con hijos y con problemas de pareja; un parque infantil como punto de unión y la presencia inquietante de una mente enferma acechando la zona. Éstas son las magníficas (y cotidianas) piezas que, el realizador de En la Habitación, mezcla y agita para ir desmantelando -con una frialdad sorprendente- el icono de la familia dibujada desde el american dream.

Un drama que, en todo momento, navega rayano en la tragedia; una tragedia que se intuye y que –visualmente hablando- nunca acaba de llegar para el espectador, pues la fatalidad que impregna el ambiente ya está inmersa -de modo invisible y desde el primer minuto de proyección- en el interior de la mayoría de sus protagonistas, a los cuales moldea desde cierta distancia, sin implicarse con ellos de forma emocional. Todd Field narra unos hechos muy concretos, escalofriantemente creíbles, sin caer en el beneplácito de arropar a los ejecutantes de los mismos en sus desdichas e insatisfacciones. Él, en este caso y de modo inteligente, actúa como simple voyeur: plasma sus acciones y evita juzgarlos o mimarlos en exceso.

No hay moralina alguna en los actos y efectos de sus personajes. Simple y llanamente, Juegos Secretos deja bien claro que se trata de seres humanos. Sus impulsos, sus errores y sus aciertos viajan (inevitablemente) con cada uno de ellos y estos, en definitiva, marcarán su propio camino. Cada uno de ellos es muy responsable de sus actos y sus decisiones. Y ello lo define a la perfección Todd Field quien, en este film (y supongo que de manera consciente), se ha acercado totalmente a las pretensiones e intenciones de las de Sam Mendes en American Beauty. La crisis de los 40 (en este caso de los 30), la infidelidad, el miedo y la hipocresía de la sociedad actual, así lo demuestran.

Ante todo, pongan especial atención a la increíble química que consigue entre una excelente Kate Winslet (nominada al Oscar por este trabajo) y un inesperado y sorprendente Patrick Wilson, en un papel totalmente distinto del que interpretara en la ácida Hard Candy. Y, al mismo tiempo, déjense seducir por la presencia de la cada día más atractiva Jennifer Connelly y por la intranquilizadora y enfermiza creación que realiza, con su oscuro personaje, Jackie Earle Haley quien, por tal labor, podría obtener el Oscar a mejor secundario.

Una película reposada, elegante, sensual, arriesgada y académica. Un regalo para sus ojos y sus sentimientos. Déjense llevar por su sosegada narración. Denle tiempo al tiempo; permitan que Juegos Secretos les vaya transmitiendo las angustias y frustraciones de sus personajes y verán como, en más de un instante, se sentirán identificados con alguno de ellos. Y es que, al fin y al cabo, todos somos víctimas de esta ilógica sociedad en la que nos ha tocado vivir; incluidos los más pequeños de la casa, esos little children a los que hace referencia su título original.

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