23.2.07

El mono blanco

El realizador Kevin Macdonald estrena hoy en nuestro país El Último Rey de Escocia, una película basada en una novela de Giles Folen que muestra la peculiar relación de Idi Amin Dada con el médico escocés Nicholas Garrigan, un personaje ficticio, inventado por la mente del escritor, al que unió en su libro con el temible dictador ugandés, el cual, durante el tiempo que duró su régimen en los años 70 y aplicando una política de genocidio sobre su pueblo, terminó con la vida de más de 300.000 personas.

Detalles reales sobre las acciones de Amín (tales como su trato déspota con sus subordinados o la crueldad con la que despachaba a sus enemigos), se mezclan con una intriga política, en formato de thriller, en la que su principal protagonista es el citado Dr. Garrigan, un joven blanco, recién licenciado, que de manera casual y tras aterrizar en Uganda para ejercer como médico de aldea, acabará convirtiéndose en uno de los más directos consejeros del sanguinario gobernante.

La cinta, en su primera hora, posee detalles de comedia; pero de una comedia esperpéntica, cargada de humor negro. Y es que a ello ayuda en mucho la fantástica composición de Forrest Whitaker (nominado al Oscar por este trabajo) quien, en la piel de Idi Amín Dada, logra crear un personaje igual de grotesco y sobrepasado como lo fuera el auténtico. Puede parecer una actuación histriónica, aunque no lo es en absoluto. De hecho, es la única y genial manera de afrontar la construcción de un tipejo que cada día estaba más desmelenado, tanto en sus pensamientos como en sus acciones políticas.


A medida que avanza su metraje, El Último Rey de Escocia deja aparcado su socarrón sentido del humor para ir penetrando, poco a poco, en el estado de terror con el que azotó a su país. Ello lo hace a medida que el Mono Blanco (el mote sarcástico con el que es bautizado por la prensa extranjera el médico escocés) va tomando conciencia del oscuro rol que le ha tocado jugar al lado del dictador. Y es que, en realidad, este personaje -creado para darle más dramatismo y un toque de intriga a la historia- se me antoja muy mal dibujado y, aparte, interpretado de manera forzada (y bastante falsa) por James McAvoy. En momento alguno resulta creíble que, a un tipo con un nivel cultural considerable como el suyo, le costara tanto despertar del letargo y descubrir que algo terrible estaba ocurriendo justo a su lado. O bien, para el guionista, el tal Garrigan era un tontolculo que no se enteraba de nada o, en caso contrario, está pésimamente escrito, ya que su presencia y sus actos habrían colado mejor si desde un principio lo hubieran descrito como a un crápula de mucho cuidado.

Su apartado final, tan poco creíble como exagerado, me recuerda a una mezcla alucinada entre la brutalidad de Un Hombre Llamado Caballo y las artimañas baratas e improbables de los imitadores más chungos de James Bond. Vistos los resultados, El Último Rey de Escocia y su Mono Blanco no deja de ser un mainstream más, a lo ugandesa-escocesa y con pretensiones de autor pero que, pese a su desnivelado guión y a la poca (o nula) credibilidad del personaje ficticio, acaba siendo entretenido -y hasta curioso- por lo descabellado de su propuesta y, ante todo, por aquellos aspectos (mucho mejor cuidados) que hacen referencia a la representación (bastante fiable) de Idi Amin Dada y su repulsiva política de terror.

Por cierto, a pesar de su madurez ¡qué guapa está, en su pequeña intervención, la ex agente del FBI Dana Scully!: se le ha puesto un toque a lo Virginia Madsen que me provoca un nosequé capaz de erizarme todos los pelos del cuerpo.

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