6.2.07

Nazis y pelvis

Desde la irregular El Hombre Sin Sombra, Paul Verhoeven había desaparecido del mapa. Justo cuando se cumplen siete años de su estreno, regresa con una fuerza inusitada a través de El Libro Negro, un film trepidante, realizado en su país natal, en el que el sabor de las viejas películas de aventuras bélicas y el peculiar estilo del realizador holandés, se aúnan a la perfección para introducir al espectador en una vorágine de acción, misterio y un toque de comedia.

El Libro Negro sigue las vicisitudes de una joven judía la cual, huyendo del ejército nazi, acaba formando parte de la resistencia holandesa. Un arriesgado plan, para liberar a un grupo de compañeros detenidos, la convertirá en el eje principal del mismo. Una operación de alto voltaje en la que Verhoeven vuelca ese espíritu gamberro (y a veces delirante) que tanto le había caracterizado, demostrando su sabiduría, entre otras cosas, con la magnífica elección de Carice van Houten para interpretar a su accidental heroína, una mujer no muy conocida por estos lares aunque con un amplio pasado televisivo en su país de origen.

Un auto homenaje en forma pélvica (en claro guiño al ya mítico cruce de piernas de Sharon Stone en Instinto Básico), deja bien claro que su manera de mostrar la Segunda Guerra Mundial se distancia totalmente de los modismos actuales. A pesar de estar inspirada en un episodio verídico (la agenda negra, a la que hace referencia su título, existió), rompe con la corriente (ya cansina) de recurrir al estilo impuesto por Spielberg en Salvar al Soldado Ryan, para situarse más al lado de aquellas antiguas películas de serie B que afrontaban el tema de modo menos realista, decantándose por una ficción electrizada y narrada a todo ritmo. El sabor de la aventura servido en bandeja de plata, mediante una puesta en escena y una esplendorosa dirección artísitica, capaz de reflejar a la perfección el ambiente y los escenarios de la Holanda de esos oscuros años.

Para compensar esa detallista escenografía, no es de extrañar que el dibujo que hace de los nazis sea muy satírico, casi caricaturesco. Y es que. en una película de puro entretenimiento como El Libro Negro, éste ha de ser su aspecto más recurrente: es de obligación que los malos sean muy malos, incluso cómicos, aunque al mismo tiempo -cosa que logra Verhoeven- han de demostrar una elevada dosis de crueldad y cinismo en sus caracteres. Precisamente por ello, algunos podrían tacharla de ingenua pero, en este caso, creo que la ingenuidad no está reñida con la ingeniosidad que demuestra el realizador.

La cinta tiene un poco de todo: suspense, persecuciones, tiroteos, torturas, erotismo y algún que otro toque escatológico con reminiscencias a lo Carrie de De Palma; así como un enmascarado guiño a Encadenados, una de las obras maestras de Hitchcock. A pesar de la sencillez aparente de su guión (no es difícil descubrir algunas de las claves finales del film a lo largo de su proyección), sus 145 minutos de duración pasan volando. La fuerza narrativa y visual de Verhoeven, así como la facilidad de éste para construir diversas situaciones (a cuál más ocurrente) durante su metraje, hacen posible el milagro; un milagro en el que, por supuesto, no podían faltar aquellas zorronas desmadradas que, en los films del morboso Tinto Brass, alegraban las orgías de los altos oficiales del ejércio nazi.

Una elogiable y muy particular mirada sobre la resistencia holandesa y la invasión del país por parte del ejército alemán, aunque al mismo tiempo respetuosa con las constantes de un género que parecía ya extinguido pero que, en los últimos meses, está resurgiendo de las cenizas. Primero fue Apocalypto y ahora la desfachatez incontrolada (e incluso provocativa) de este Libro Negro. Y prepárense para otra sobredosis aventurera, pues el próximo viernes llega a nuestras pantallas Diamante de Sangre, a mi gusto la más irregular de las tres. Pero esa ya es otra historia que aparcaré hasta el día de su estreno.

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