8.3.07

Cierto sabor a rancio 2

Era de esperar que, debido a la buena (e inexplicable) acogida de Manuale d’Amore, su realizador, el toscano Giovanni Veronese, se embarcase en una segunda entrega que ha dado como fruto Manuale d’Amore 2, al que en España se le ha sustitudo la coletilla de “capitoli successivi", que constaba bajo el título original, por la más falsa de "corregido y aumentado".

Al igual que en su película anterior, Veronese la divide en 4 eisodios aunque, en esta ocasión, se le ha añadido un prólogo y un epílogo bastante burdos e innecesarios: he aquí la simple explicación para cubrir el significado de la palabra "aumentado" que luce el epígrafe publicitario español. ¡Que mentes más biempensantes son nuestros retocadores de títulos! Lo del epiteto "corregido", sin embargo, no brilla por ninguna parte pues, este nuevo manual, peca de los mismos defectos que el primero.

Mientras el film original hablaba del enamoramiento, la crisis matrimonial, el adulterio y el abandono, éste opta por dar su “humorística” (entre comillas) visión del erotismo, la maternidad in vitro, el matrimonio entre homosexuales y, por último, aquello que el director califica como de amor extremo. Al igual que en Manuale d’Amore, y siguiendo una de las tradiciones más populares del cine italiano de hace unas cuantas décadas, se dedica un capítulo a cada uno de los temas propuestos.

La verdad es que Eros, su corte inicial, me sorprendió. Se trata, con diferencia, del mejor de todos ellos, rompiendo incluso la fatigosa tónica de irregularidad que domina ambas entregas. Y es que, en este episodio, mezcla con habilidad la comedia, la sensualidad y la emotividad, para narrar la experiencia de un joven que, tras tener un grave accidente automovilístico y, mientras está en cama hospitalizado recuperándose de su invalidez, empieza a sentir una fuerte atracción por la fisioterapeuta que le ha tocado en suerte.. Y es que ver como le asignan a uno a la impresionante y guapísima Monica Bellucci -para que además le vaya haciendo suaves masajes corporales-, es casi mejor que ser premiado con el gordo de Navidad. Indiscutiblemente, la presencia de la tentadora actriz, ha sido uno de los factores determinantes por los que mi subconsciente ha validado a tal capítulo como el más “visible” (entre comillas también) de la serie.

El segundo episodio empieza de manera prometedora, aunque rápido cae en el recurso del gag facilón y, lo que es peor, en la postalita turística (y en exceso gratuita) de Barcelona, pues la pareja protagonista –a pesar de residir en Roma- opta por someterse a la maternidad in vitro en uno de los centros hospitalarios de la ciudad, concretamente el Hospital del Mar. Viendo este capítulo, me he maravillado al descubrir que, ¡por fin!, las habitaciones de la Seguridad Social son igual de majas y confortables que las lujosas suites de un hotel de 5 estrellas.

En el tercer y cuarto episodios recupera, a marchas forzadas, el patético espíritu de comedia barata que ya exhibió en los cuatro capítulos del 2005, dotando a ambos de un sentido del humor extremadamente zafio y hortera. La temible sombra de Lando Buzzanca (el alter ego italiano del Alfredo Landa de los 60 en España) es alargada y, de manera esperpéntica, domina sobre los dos cortes finales. Entre No Desearás al Vecino del Quinto y el segmento titulado El Matrimonio, hay muy poca diferencia. A los dos gays protagonistas, sólo les falta ir ataviados con brillantes lentejuelas para lucir aún más la pluma con la que han sido dibujados. Aquellas mariquitas locuelas del cine de antes (típicos y tópicos de un estilo de parodias ya por suerte en desuso), vuelven a pulular por las pantallas de medio mundo por obra y gracia de Giovanni Veronese. Ciertamente patético.

Tan patético como su último capítulo, Amor Extremo, en el que, valiéndose de la historia de amor adúltera entre un maitre de un restaurante y una de las jóvenes pinches de su cocina (una emigrada española, madre soltera y recién llegada a Italia, para más señas), aprovecha para tildar –con cierta mala baba- de malas pécoras a las mujeres de nuestro país, dejando al hombre italiano e infiel como a un santurrón que ha sido enredado por las viperinas artes de una hispana calentorra (interpretada ésta por Elsa Pataky). Inenarrable. Y protagonizado, de nuevo, por el pésimo actor que en el primer Manuale d’Amore diera vida a un médico despechado por su esposa, un tal Carlo Verdone (una mezcla insoportable entre el malogrado Valeriano Andrés y James Gandolfini); un tipo al que, vistas las dos películas, le encanta corretear en calzoncillos por en medio de situaciones grotescas.

Antes (y por el mismo precio) repaso de nuevo Lo Verde Empieza en los Pirineos. El sentido es casi el mismo, a pesar de que los tiempos hayan cambiado mucho y el Verdone aún no se haya enterado. Y si la cuestión es ver algún film italiano de episodios, antes volvería a disfrutar (en su lugar) de un par de títulos tan compactos como ¡Qué Viva Italia! o Buenas Noches, Señoras y Señores.

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