26.3.07

El Coyote y el Correcaminos en Las Termópilas

Desde hace tiempo, no hay temporada cinematográfica en la que no se estrenen una o dos adaptaciones de cómics por todo lo grande (sin contar las innumerables cintas de serie B amparadas en el género). Unas con mejores resultados que otras, pero siempre producidas con todo lujo de detalles y bajo un millonario despliegue técnico e informático. Este es el caso de 300, el nuevo y esperado film de Zack Snyder tras su sorprendente, personalísimo e ingenioso remake de Zombi, El Amanecer de los Muertos, uno de los títulos que más me sorprendieron del alud de cintas que inundaron el 2004.

300 es otra historia, totalmente distante a la de esa visión del film de Romero que nos ofreció el realizador. El sentido del humor que desprendía su ópera prima parece haberse diluido en medio de las numerosas contiendas que pueblan la película, pues ésta -y a través de la base gráfica del tebeo homónimo de Frank Miller (un prestigioso autor de cómics que últimamente aparece hasta en la sopa), recrea la cruenta Batalla de las Termópilas; una guerra que enfrentó a 300 espartanos al mando del Rey Leónidas con toda la inmensidad del ejército persa, este último capitaneado por el sanguinario y travestido Emperador Jerjes.

La cinta, al igual que el original de Frank Miller, no guarda ningún rigor histórico, pues apuesta sin reparos por el divertimento, la estética visual y una violencia inusual que muchos (con cierta razón) han calificado de apología de la misma. Y es que, entre brazos, piernas y cabezas cercenadas, saltan al aire centenares de miembros amputados sin escatimar en detalles. Se trata de una batalla cinematográfica que, sin lugar a dudas, va mucho más allá de la contienda final de El Señor de los Anillos.

300 está narrada, en su parte más épica y guerrera, como si se tratara de un video-game; una clara estrategia comercial para potenciar el juego basado en la película. La batalla no se resuelve en un único combate, pues ésta se compone de varios capítulos, a cuál más brutal y sanguinario. La cuestión es ir pasando pantallas para subir de nivel, al tiempo que los 300 espartanos musculados, sudorosos y aceitosos (y que indudablemente harán las delicias del público gay), van ganando episodios y plantando cara de manera estoica al brutal enemigo. Un poco como ocurría en los cartoons del Correcaminos y el Coyote, en los que el segundo (léase el ambiguo Emperador Jerjes), tras cada derrota, ideaba nuevas y cada vez más atroces estrategias para zamparse al Correcaminos (aquí Leónidas y sus fornidos muchachotes). Un divertimento que, por agotamiento, acaba resultando reiterativo.

Lo más destacable del film de Zack Snyder se localiza en su cuidada puesta en escena, la cual, recogiendo el testimonio anterior de Sin City, apuesta por respetar al máximo el aspecto gráfico del tebeo, aunque rehuyendo el blanco y negro empleado por Robert Rodríguez en su cinta y decantándose por una fotografía amarronada y cargada de tonos azules y rojizos, resaltando, de este modo, las capas de los espartanos y el color de los incontables chorros y salpicaduras de sangre; una fotografía en la que, por otra parte, la croma juega un papel esencial, pues sobre ella se insertaron, en la postproducción, todos los decorados y efectos que envuelven las hazañas de los 300 héroes del título.

Los actores cumplen con su papel de manera sobria, aunque conscientes de que, ante tantos mamporrazos y alardes técnicos, se convertirán en el punto menos atractivo de la película. Y, a pesar de ello, tanto Gerard Butler –en el rol de Leónidas- como una atractiva Lena Headey (una mujer a la que tendrían que ofrecerle más papeles y que aquí da vida a la Reina Gorgo), destacan sobremanera con sus respectivas interpretaciones.

Un producto realizado con oficio al que, sin embargo, le sobran varios minutos de metraje. Con un par de batallitas menos, hubiera resultado un producto mucho más alentador y distraído. A mi gusto, estaba mejor mesurado su trabajo anterior, ese excelente El Amanecer de los Muertos, tanto en su excelente ritmo narrativo como en el sanísimo humor negro que desprendía su también violenta historia. Lo que sí está claro es que 300 generará, en los cines en los que se proyecte, una venta espectacular de palomitas. Y eso es tener mucha vista comercial.

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