9.3.07

EN RESUMIDAS CUENTAS: de viejos verdes y locutores tristones

Venus es el film por el cual obtuvo una nominación al Oscar a mejor actor el entrañable Peter O’Tooole, el cual da vida al anciano Maurice, una vieja gloria del teatro británico que, a pesar de tener aún ciertos trabajos esporádicos en teleseries y productos cinematográficos, vive casi retirado y en soledad, compartiendo sus neuras y sus miserias con un par de amigos de su misma edad. Todo cambiará para él cuando conozca a la joven sobrina de uno de sus compañeros de penurias, la atractiva Jessie, una chica menor de edad de la que quedará totalmente prendado.

La cinta está dirigida por Roger Michell, el responsable, entre otros títulos, de la agradable Nothing Hill y la pedantilla El Intruso. Y, en este caso (y por desgracia), opta más por la forma y el estilo del último citado. Dos o tres golpes de comedia (con un gag genial en el que el atrotinado O’Toole ejerce de mirón) son lo más destacado de un producto aburridísimo que tiende hacia el melodrama intimista; un melodrama exacerbado, de tintes trágicos y con algunos toques eróticos bastante forzados. Su guión patina por todas partes, y su lento ritmo narrativo lo único que consigue es que Venus no avance en ninguna dirección. Un producto tan insulso en el que que ni siquiera, el prestigioso actor inglés, logra estar a la altura de otras interpretaciones suyas, con lo cual no es de extrañar que, finalmente, no obtuviera el codiciado premio de la Academia.

Atención, de todos modos, a Joddie Whittaker, la joven que interpreta a Jessie, la niña que trastoca la vida de Maurice. Al menos, su presencia, hace más pasajero el desangelado tono general.


Con Voces en la Noche ocurre, más o menos, lo mismo que con Venus. Se trata de otro film bastante soporífero, que no avanza en ningún sentido y realizado, de forma descarada, para el lucimiento casi absoluto de un Robin Williams en su ya cargante faceta de tristón. Secundado, para la ocasión, por una Toni Collette en baja forma, entre los dos (y amparados por un guión nefasto) consiguen un par de momentos extremadamente ridículos, dignos de figurar en una antología del disparate cinematográfico. Y es que no hay peor cosa -para un presunto melodrama de matices trágicos como éste- que provocar, con sus sandeces y salidas de tono, las carcajadas de la platea.

En él, Williams encarna a Gabriel Noone, un locutor de radio neoyorquino, famoso gracias a un espacio nocturno en el que relata vivencias suyas y próximas a su entorno. Debido a los consejos vertidos desde las ondas, ha acabado convirtiéndose en un símbolo abanderado del mundo gay. La película arranca justo en el momento en que su pareja actual, un hombre mucho más joven que él, acaba de abandonarlo tras 8 años de vida en común. Y es entonces, en plena etapa depresiva, cuando llegará a sus manos una novela a punto de editarse, en la cual, un joven de 14 años, narra los malos tratos y abusos a los que se vio sometido de pequeño por sus padres. Obsesionado por conocer al chico en persona, iniciará una larga odisea que le hará reflexionar sobre su propia existencia.

Difícil resulta, al terminar el tedio de Voces en la Noche, saber cuales eran las pretensiones reales de su director, un tal Patrick Stettner. Un quiero y no puedo, en todos los sentidos, con pretensiones de autor y que navega, constantemente, entre el thriller existencial y el melodrama social, sin decantarse en definitiva por ninguno de los dos. Personalmente, aún no he logrado descifrar las claves de la cosa. ¿Me estaré haciendo mayor y senil como O'Toole?

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