8.7.07

Mujeres desesperadas en el Viejo Continente

Resulta curioso que Hostel 2 se haya publicitado y estrenado mejor (y en más salas) que su primera entrega. Curioso y extraño, pues este título no ofrece casi nada nuevo en relación al original. La fórmula es la misma. Sólo cambia el sexo de sus protagonistas principales. Mientras en Hostel se trataba de tres muchachos, yanquis y mochileros, que decidían pasar unas vacaciones estivales en Europa buscando sexo fácil y drogas, en esta innecesaria secuela, son tres chicas las que están dispuestas a disfrutar de un loco fin de semana en Roma.

Tras un prometedor prólogo a modo de resumen del anterior episodio, Eli Roth, su mismo director, sitúa al trío de mozuelas en la capital italiana, lugar en el que se les une una atractiva modelo eslovaca que las convence para dejar Roma y adentrarse en la Europa del Este, instalándose en un tranquilo y reposado hostal de un apacible pueblecito.

Al igual que en Hostel, la apacibilidad de la aldea es tan solo aparente. El escenario es exactamente el mismo en el que vivieron su particular infierno los jóvenes del producto inicial. La historia, siguiendo idénticas coordenadas que el primero, se repetirá paso a paso. Primero, durante una fiesta popular nocturna, desaparecerá el patito feo del grupo; al día siguiente, las otras dos muchachas también caerán en las redes de una desalmada banda que comercia con vidas humanas.

Dejando aparte su curiosa, cínica e inesperada resolución final (a mi gusto, lo mejor de la irregular película), Hostel 2 no sorprende en absoluto. Todo sigue su curso, tal y como puede intuir con facilidad el espectador. Pocas son las novedades argumentales y, las que hay, resultan un tanto forzadas, como ocurre con ese guiño bipartito (y un tanto brutal) a ¿Quién Puede Matar a un Niño? y De Repente, el Último Verano, o con la fallida elección, como personajes secundarios, de dos de los protagonistas masculinos de la serie televisiva Mujeres Desesperadas


En comparación con el primitivo Hostel, se ha suavizado un tanto esa "estimulante" vertiente gore que contenía. Bueno, en realidad, más que suavizarla, ha condensado la mayor parte de su brutalidad visual en una única escena, justo la que inspira el cartel publicitario; una escena en la que una antológica ducha de sangre humana, sobre una atractiva mujer madura y desnuda, provocará el delirio en los más adictos al género y a la serie B.

Y como Tarantino es el tío que pone la pasta, era inevitable, por su parte, la ya casi habitual repesca de un actor olvidado por el gran público. La otrora estimulante Edwige Fenech, una de las musas eróticas de los cinéfilos de los años 60 y 70, ha sido la elegida en esta ocasión. Su papel es nimio y olvidable (la profesora de arte romana); un verdadero visto y no visto, metido a saco, para seguir potenciando la fama de recuperador del director de Pulp Fiction.

Si no han visto la primera parte, seguramente no se aburrirán, aunque dudo que descubran algo que no hayan visto antes en otros productos similares. Un trabajo rutinario, realizado claramente para seguir alimentando a la gallina de los huevos de oro y en el que, por desgracia, falta ese genial toque de tensión y suspense que dominaba la media hora final del Hostel original. De todos modos, les aseguro que menos da una piedra y aquí, al menos, se intenta compensar esa falta de nervio e inspiración con una pequeña dosis (demasiado sutil) de vampirismo y lesbianismo.

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