27.8.07

Haga usted su propio remake

La moda de los remakes ha llegado a extremos increíbles. Hasta el mismísimo Kenneth Branagh se atreve a dar su propia visión de La Huella, la obra teatral de Anthony Shaffer que adaptara, en 1972 y de manera magistral, Joseph L. Mankiewicz. Y sí Branagh se permite ese lujo, ¿por qué no pueden hacer ustedes lo mismo con el clásico que más les apetezca? ¡O aquí jugamos todos o se rompe la baraja!

Para ello, y dejando a un lado la película que elijan para ser vilipendiada, a continuación me voy a permitir la libertad de darles ocho sabios y escuetos consejos para que puedan llevar su proyecto a buen término.

1) Sea cual sea el título escogido, en su presentación ante la prensa siempre hay que negar rotundamente que se trata de un remake. Apunten hacia una terminología más ambigua y apuesten por definir su trabajo de homenaje cinéfilo o de “nueva visión alternativa”.

2) Si la pareja protagonista del clásico a desacreditar vivía arrejuntada y cohabitaba en la habitación de una pensión de mala muerte, cámbienles ipso facto su estado civil y conviértanla en un matrimonio honrosamente unido por la Iglesia, con tres hijos en su haber (dos niñas pizpiretas y un joven pillado por los vídeo-juegos) y un perro (a ser posible, un San Bernardo simpaticote, juguetón y extremadamente baboso). Libérenlos de la pensión inmunda en la que vivían en pecado e instálenlos en una apacible casita, de dos plantas y jardincillo, situada en una zona residencial, al estilo de la de Mujeres Desesperadas y similares.

3) En caso de tratarse de un thriller, cuyo principal foco de atención se localiza en la caza y captura de un morboso y enfermizo psicópata, con claros rasgos de formar parte del colectivo gay, no lo duden ni un solo instante y otórguenle rápidamente a éste una nueva personalidad. La opción de transformarlo en heterosexual es la mejor y más plausible para el nuevo enfoque de tan repugnante criminal, pues de hecho, el hétero, se trata de un colectivo que, desde hace muchos años, ya está acostumbrado a que sus miembros suelan ser los desalmados asesinos de turno en las producciones más preciadas. Además, con ello y en el día de su estreno, se ahorrarán la manifestación de un numeroso y revoltoso grupo de personas que, disfrazadas de manera estrafalaria e instaladas frente a la puerta del cine, a buen seguro exhibirían pancartas cuyos slogans incitarían a la duda sobre la honorabilidad de ustedes y de sus santas madres.

4) Sí el título seleccionado fue rodado en un maravilloso blanco y negro, a su edad ya tendrían que saber que les toca filmar la nueva película en colorines; cuanto más chillones, mejor. Lo del blanco y negro es cosa de gente de la tercera edad y de cinéfilos maniáticos.

5) En el caso de que la banda sonora del clásico a revisar estuviera compuesta por algún musiquillo como Bernard Herrmann o Max Steiner, no intenten recurrir a John Williams u otro compositorejo por el estilo para reemplazarla. Siempre es mejor (y les saldrá mucho más barato) echar mano de la música moderna y machacona del momento. Tanto da que cuadre o no con la imagen; la cuestión es que resalte más la banda sonora que la historia a contar. Y ello sin olvidar que, en los títulos de crédito finales, tendrán que meter (casi por imposición de la productora) una cancioncilla interpretada por Céline Dion.

Por cierto: la tipografía de las letras de dichos títulos ha de ser minúscula, casi ilegible y jamás centrada. Les aconsejo colocar los créditos a la derecha de la pantalla. De este modo, el lateral izquierdo lo pueden aprovechar para incluir imágenes de algunos errores de filmación. Dichos descartes ya deben ser filmados a propósito, para ser exhibidos luego como si se tratarán de pifias o fallos de rodaje involuntarios y reales. Eso mola mucho y, al mismo tiempo, es la trampa idónea para que el público aguante hasta el final sentadito en su butaca.

6) Sepan ponerse al día en cuanto a castings se refiere. Si tienen que buscar a nuevos actores para sustituir los papeles que en su día interpretaron, por ejemplo, Cary Grant e Ingrid Bergman, tengan la suficiente visión, valentía y estómago como para cederle esos mismos roles a una pareja como la que podrían formar Ben Affleck y Nicole Kidman (o, en su defecto, Jennifer Aniston). Además, en lugar de rodar un inmenso beso circular a intervalos, opten por un polvo al estilo videoclipero y con una cancioncilla de fondo con la voz de Céline Dion. No olviden situar, en la habitación de la copulación, al San Bernardo baboso observando atentamente a los protagonistas en acción.

7) Cualquier añeja persecución en la que intervinieran tan sólo un par de automóviles, ha de ser actualizada de manera mucho más grandilocuente. En definitva, el espectáculo es lo único que cuenta. Para la ocasión han de utilizar muchos medios de transporte distintos. Tomen nota: de 12 a 37 coches; 3 camionetas negras, de esas camufladas que llevan los del FBI; 9 motocicletas, 4 helicópteros y 1 autocar transportando a un grupo de jubilados que acaba de ser secuestrado por un pederasta (heterosexual).

Que conste, de todos modos, que lo del autocar es puramente incidental. De hecho, es el guiño cinéfilo de turno, ya que el perseguido (en este caso, el chico guapo del film) se evade de sus perseguidores a bordo de una de las 4 motos o de cualquiera de los 12 o 37 automóviles dispuestos para tan trepidante escena. Por supuesto, su montaje ha de ser totalmente histérico, de raudos primeros planos, cámara en mano y en continuo movimiento. Vaya, que nunca le ha de quedar claro al espectador a quién pertenece ese pie que, cada dos segundos, asoma en pantalla pisando el acelerador a tope. Unas cuantas explosiones (aunque no vengan a cuento de nada), múltiples trompazos y el estallido de centenares de disparos, la harán aún más apabullante.

8 y último) En el caso de que alguno de los protagonistas de la película original a adaptar muriera, en la nueva versión ha de sobrevivir, con lo cual, y en agradecimiento a ello, éste invertirá el resto de su vida en la construcción de varios orfanatos, una leprosería y un centro recreativo para policías jubilados. En este ocasión es imprescindible que el personaje sea gay, pues tanta bondad no ha sido nunca mostrada en pantalla tan gratamente a través de un heterosexual.

A buen seguro, una vez terminada su película, los críticos se ensañarán con ella. Pero no les hagan ni caso: son gente de mal vivir y siempre le buscan tres pies al gato a todos los remakes. ¡Con lo maja que les habrá quedado!

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