2.8.07

¿Hay peor noche que la de Van Sant?

Realizada en plan amateur y contando con la colaboración de actores no profesionales, Mala Noche significa el primer largometraje del hoy sobrevalorado Gust Van Sant. Tras ver esta ópera prima, que no ha llegado a España hasta 22 años después de su realización, ya se atisban con total claridad todas las constantes del cine de su autor. Y la verdad es que, después de 22 años sin ver la luz por estos lares, se podrían haber ahorrado tranquilamente su distribución.

Mala Noche, a pesar de sus buenas intenciones, es un título plomizo, pésimamente realizado y montado, en el que no se cuenta nada nuevo al espectador. Esta especie de ensayo torturado, le sirvió a Van Sant como anticipó de las neuras que después dominarían el grueso de su filmografía: la incomprensión, la homosexualidad y la inadaptación social. Cine existencial y vanguardista, fotografiado en blanco y negro (excepto cuatro contados insertos en color) e influenciado, de manera indiscutible, por los cuatro amiguitos que Gus frecuentaba en esa época (el cineasta Jonas Mekas y el polifacético Andy Warhol, entre ellos). Con amistades así, ya pueden hacerse una idea de por donde van los tiros en su debut cinematográfico.

A pesar de ser el guión del mismo realizador, la historia no es propia, pues está basada en una novela autobiográfica de Walt Curtis; una novela que, teniendo en cuenta las constantes y los intereses del director de Drugstore Cowboy, le iba a éste como anillo al dedo. En ella, y en la película, se narra la obsesión de un joven tendero homosexual de Los Angeles por llamar la atención de un mejicano menor de edad que, introducido en el país de forma ilegal, no sabe ni una sola palabra de inglés. La heterosexualidad de la que hace gala el espalda mojada, sus extrañas amistades y los peligrosos devaneos que mantiene con la justicia, llevarán al insistente abacero por el camino de la amargura. Curiosamente, el personaje de Tim Streeter -el tendero enamoradizo- está interpretado por el escritor del libro adaptado: el propio Curtis en persona.

Un film desangelado, aburrido y previsible; de esos en los que uno sale del cine con la impresión de que no ha pasado rien de rien durante la proyección; un título de aquellos que empiezan igual que acaban. Un experimento en super-8, de un niñato con ínfulas, petulante y recién graduado, al que ni siquiera ayudan en nada las patéticas (y forzadas) interpretaciones de sus aficionados actores. No es de extrañar que, tras la experiencia, la mayoría de ellos no quisieran seguir en el oficio. Sólo hay que fijarse un poco en el trabajo de Doug Coeyate -el mejicano adolescente que en el film atiende por el nombre de Johnny-, para descubrir, en él, una de las peores actuaciones sufridas en mucho tiempo. Casi, casi, de vergüenza ajena.

No me gustaría pensar mal (¡Tutatis me libre!), pero una vez soportada Mala Noche, aún entiendo menos el que Van Sant continuara adelante con su carrera cinematográfica. Y no me valen defensas al estilo de “es una ópera prima y sus errores son perdonables” y similares, pues, a lo largo de la historia del cine, hay tropecientas primeras películas, filmadas con idéntica falta de medios y presupuesto, que resultan mucho más eficientes que ésta en sus resultados finales.

En mala hora, tres iluminados del Festival de Cannes recuperaron y restauraron el nacimiento fílmico de Gus. Con lo tranquilo que vivía últimamente...

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