15.9.07

El coleccionista

El tipo es un friki de mucho cuidado. Atiende por el nombre de Jacob Goodnight. De gran estatura y en extremo cabezón, se distingue del resto de los humanos por ostentar un orificio en la parte posterior de su inmenso cráneo. Le gusta pasear acompañado de su hacha -el arma preferida de entre todas las herramientas de su preciado taller de bricolaje-, con la cual se desplaza con la habilidad de un alien por pasillos laberínticos. Deudor de las fechorías de Leatherface, su carácter malsano y solitario viene marcado por una compulsiva pasión coleccionista; mientras unos atesoran canicas de cristal, él acapara los ojos de sus víctimas en tarros llenos de formol. Cuentan las malas lenguas que sus mórbidos instintos y su colérica chifladura los arrastra desde muy temprana edad. En mis tiempos, los sacerdotes aseguraban que la masturbación secaba el cerebro; a buen seguro, el caballero de la testa perforada jamás estudió en un colegio de curas pues, ya de muy jovencito, se mataba a pajas ante los desnudos del Playboy, el Penthouse y similares. Y así ha quedado.

Él tal Jacob, en definitiva, es la estrella indiscutible de Los Ojos del Mal, un film terrorífico que, a pesar de tratarse de una producción norteamericana y dirigida por un californiano, ha sido rodado en su integridad en Australia; concretamente en unos estudios cinematográficos de la Costa Dorada de Queensland, lo cual podría significar un velado (y merecido) homenaje al buen estado del cine fantástico actual en ese país.

Los Ojos del Mal tiene varios puntos en común con el también estimulante Para Entrar a Vivir, el telefilm que realizara Jaume Balagueró para Películas Para No Dormir, la serie coordinada por Narciso Ibáñez Serrador. Al igual que éste, la mayor parte de su metraje transcurre en el interior de un sórdido, gris y destartalado inmueble, al tiempo que, una de las coordenadas principales de su argumento, entronca directamente con el título de Balagueró.

La película de Gregory Dark, su realizador, huye del realismo visual y narrativo con el que, por ejemplo, ha sido dotada la excelente Wolf Creek (con la que, por cierto, coincide en la cartelera actual de Barcelona). Su estilo es mucho más tosco, muy a lo aquí te pillo, aquí te mato; un poco como si se tratara de un cartoon de la Warner, pero en plan bárbaro, sin demasiadas concesiones y apuntando claramente hacia el público más gore (no en vano, su guionista, Dan Madigan, había ejercido de animador para la Disney durante años). Posee un ritmo endiablado y destila tensión por todos sus poros, recurriendo, al mismo tiempo, a un negrísimo sentido del humor que dulcifica un tanto su enrarezido ambiente y las numerosas atrocidades cometidas por el violento Jacob Goodnight, personaje que, como dato anecdótico, ha sido interpretado por Glen Jacobs “Kane, un hombre muy popular en Norteamérica gracias a ser uno de los más apreciados expertos en el arte de la lucha libre americana.

Los Ojos del Mal se abre con una escena potente, de aquellas que dejan huella. En ella se recogen diversos elementos clásicos del género para solidificarse en un cuerpo único y contundente. El miedo a lo desconocido; el culto a la linterna (tan de moda gracias a los chicos del CSI); la oscuridad y un inesperado e impresionante golpe de efecto visual y sonoro, obran el milagro. Luego, se devanea por terrenos más estandarizados, apuntando hacia una nueva repetición de la típica película en la que, los integrantes de un grupo de jóvenes, irán siendo mutilados y asesinados uno a uno. De hecho, es una más de ellas, aunque abriga en su (sencillo) guión más de una sorpresa nada habitual en este tipo de trabajos... Para no entrar en detalles y sin chafarles el argumento, tan sólo les diré que el orden de los factores no altera el producto.

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