25.9.07

Imágenes esquizofrénicas

Un tipo elegante, con traje y corbata, corre desesperado por un campo de maíz. Una avioneta se acerca a él. Un poco más atrás, otro hombre, en este caso desnudo y con barba de tres días, huye raudo de un grupo de gorilas montados a caballo. Por la carretera que bordea el campo, un automóvil de policía destartalado es perseguido, a toda velocidad, por centenares de coches patrulla. Dos individuos, vestidos de negro y con gafas de sol, son sus ocupantes; en su radio suena, a todo volumen, la voz de James Brown.

Empieza a caer la noche. Un campesino intenta cruzar la carretera y, ante esa avalancha de automóviles, le es imposible realizar tal acción. Cuando lo logra, ha de parar en medio de la calzada. Dos descapotables se han detenido, uno al lado del otro, y le impiden el paso. Sus conductores, dos humanos disfrazados de gorila, se cruzan varias instrucciones a grito pelado. Al arrancar, el campesino gira en redondo y regresa a su lugar de origen. A su izquierda, un joven con la cabeza rapada, a pecho descubierto y con una pistola en la mano, obliga a un hombre de color a tenderse sobre el asfalto. Tras hacerle morder con la boca el borde de la acera, le propina una fuerte patada en el cráneo.

Un dentista, viendo tal atrocidad, se frota las manos, al tiempo que una planta carnívora devora a unos cuantos peatones. El odontólogo deja la calle y regresa a su consulta. Un estudiante, maltrecho y atado a un sillón, le está esperando. Sólo viste los pantalones de su pijama; ni siquiera lleva zapatos. El sacamuelas coge uno de sus instrumentos, se acerca al joven maniatado, le fuerza a abrir la boca y empieza a barrenarle una muela sin anestesia alguna. En el edificio contiguo, un gángster de larga melena, justo después de realizar sus necesidades, se desploma malherido tras recibir el impacto provocado por una potente arma de fuego que él mismo, minutos antes de defecar, había dejado apoyada en una repisa. El fuerte impacto sonoro hace que un reloj de pulsera se balancee sobre un cangurito...

Alguien, a través de sus gruesas lentes, observa desde lo alto tales aberraciones. Sobre su mesa descansa una inmensa maqueta. En ella se reproducen, a tamaño reducido, un campo de maíz, una carretera y una pequeña villa. La sonrisa que se dibuja en los labios del hombre de las lentes gruesas, acaba transformándose en una sonora e inacabable carcajada. Por fin, después de muchos años, ha conseguido aquello que tanto ansiaba. Un rótulo, colgado en la puerta de su bufete, anuncia que se trata del Dr. Alexander Cyclops.

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