19.3.08

Cuando Minghella se disfrazó de Loach

Tiene aún pendiente el estreno mundial de su último film, The No. 1 Ladies Detective Agency. Ayer, a los 54 años de edad, moría a causa de un derrame cerebral. Atendía por el nombre de Anthony Minghella; un hombre que empezó su carrera como guionista para series televisivas en su país natal, Gran Bretala, para debutar como director cinematográfico en 1993 con Un Marido Para Mí Mujer, una comedia sentimental, pequeñita y bastante olvidable, filmada íntegramente en Nueva York. Pero no sería hasta tres años más tarde que, gracias a la discutible y aburrida El Paciente Inglés, recibiría el reconocimiento público, crítico y, ante todo, de la Academia, al ser premiado por esta última con la friolera de 9 Oscars.

El cine de Minghella siempre ha sido un cine reposado, en general bastante contemplativo. Incluso, cuando abordó El Talento de Mr. Ripley, la adaptación de una de las novelas de la prestigiosa Patricia Highsmith, le siguió dando más importancia al paisaje que al paisanaje. Al hombre le iba el cuidado de la imagen más que la historia en sí misma. En este aspecto, siempre fue un perfeccionista. De hecho, lo más cuidado de su particular visión (un tanto gay) sobre el cínico y frío Ripley, se localiza en la ambientación escenográfica y en una excelente fotografía capaz de transportar al espectador a la Europa de los años 50.

Con idéntica tendencia mística y su regusto por los tiempos muertos y vacíos, abordó la fallida Cold Mountain, una de sus producciones más ambiciosas y que intentó, en forma de fresco histórico, acercarse al género del western a través de una imposible historia de amor.

Durante toda su carrera, fue alternando las facetas de guionista y productor con las de realizador; facetas que, a buen seguro, han hecho que su filmografía como director se quede un poco corta. Ahora, hace justo un año, llegaba a España Breaking and Entering, su último film antes del aún pendiente The No. 1 Ladies Detective Agency. El no haberlo visto en su día y la inesperada muerte de su responsable, han provocado que, esta misma mañana, le diera un vistazo al citado trabajo. Y, en contra de todo pronóstico, me ha parecido uno de los títulos más dignos de su autor.

Breaking and Entering, por su puesta en escena y tratamiento, se aproxima más a las coordenadas intimistas de su ópera prima que a la grandilocuencia con la que abordó Cold Mountain o la infravalorada El Paciente Inglés. La historia se sitúa en Londres y en ella se plasma, con total emotividad, la crisis sentimental en la que están sumidos un brillante arquitecto y su compañera, una guapa sueca divorciada que aporta a la pareja una hija con serios problemas emocionales. El cerrado círculo de efectividad creado entre la niña y la madre, sumado a los problemas de expansión y de atracos que está sufriendo su empresa, harán que el hombre se distancie aún más de las dos mujeres de casa. La aparición, en escena, de una emigrante bosnia y madre de un hijo abocado a la delincuencia, provocarán que el microcosmos existencial del arquitecto empiece a trastabillar.

Anthony Minghella aprovecha este melodrama triangular para retratar las pésimas condiciones de vida de los inmigrantes en el Londres actual lo cual, en parte, le acerca más al cine social de Ken Loach que a su propia filmografía. La comparación entre el lujo que rodea al personaje del urbanista y la pobreza que envuelve a la mujer recién llegada a la ciudad, resulta tan inevitable como necesaria. Un contraste que, sin lugar a dudas, ayuda a aumentar la debilidad emocional que está sufriendo el personaje interpretado por un correcto Jude Law. A un lado, su familia: una vibrante Robin Wright Penn y su hija enferma; al otro, una magnífica Juliette Binoche (atención a su marcado y trabajado acento anglobosnio) y su problemático hijo. Y, situado justo en medio de las dos mujeres y sus respectivos vástagos, un dilema moral que va mucho más allá de una simple elección amorosa.


De fondo, y aprovechando la labor arquitectónica del negocio que regenta en el film Jude Law, se encuentra la reforma urbanística de uno de los barrios más pobres de Londres, el King’s Cross; una reforma que contiene numerosos paralelismos con otras similares que se están realizando en diversas capitales europeas y españolas. Sin ir más lejos, actualmente en Barcelona, se está llevando a cabo el proyecto de reconvertir una parte del barrio de Sant Martí en el llamado 22@barcelona, un recinto primordialmente empresarial y destinado a la explotación de grandes compañías internacionales. Y Minghella, en su film, aborda el tema desde un punto de vista crítico ya que, en general, este tipo de “avances”, en lugar de suponer una mejora social para los antiguos vecinos, están pensados con la intención de favorecer unos intereses económicos muy concretos. Un cambio bajo el que se esconde, en el film, cierta metáfora moral sobre el futuro de su protagonista masculino.

Algunos consideran a Breaking and Entering como uno de los trabajos menores del realizador. A mi entero parecer, tan sólo es menor debido a su falta de pretensiones y, ante todo, por haber sido orquestado sin la ampulosidad visual y escenográfica de la que hacían gala la mayor parte de sus anteriores trabajos.

Descanse en paz, Mr. Minghella.

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