24.11.08

Renovarse y morir


Sobre James Bond ya se ha dicho todo, un problema éste que obligó a sus productores, en la interesante Casino Royale, a lavarle la cara, cargar baterías y empezar casi de cero, desde su primera misión una vez recién adquirida su licencia para matar; una operación que funcionó mucho mejor de lo que se esperaba. No ha ocurrido lo mismo con su nueva entrega, la banal Quantum Of Solace, una cinta rodada sin ángel y que ha despertado en mí serias dudas sobre la validez de Daniel Craig en la piel de 007.

Por primera vez en la saga, se trata de una continuación directa de la película anterior, pues justo se inicia minutos después del final de aquella. Tal detalle obliga a revisionar la última media hora de Casino Royale para pillar. más o menos, el mínimo entramado (en forma de venganza) de una historia vacía y sin fuerza, aunque difícil de comprender si no se tienen claros algunos detalles de la cinta precedente. Y es que, en los últimos tiempos, una de las cosas más fáciles del Planeta es olvidar en un plis plas los repetitivos argumentos de las pelis de James Bond.

En Quantum Of Solace, sin orden ni concierto, se baraja un poco de todo, comenzando por el azar: ajustes de cuentas, dictadores destronados, malvados de opereta disfrazados de ecologistas y trepidantes persecuciones por tierra, mar y aire. Pero, a pesar de las sanas intenciones por hacer al personaje más serio y creíble, no hay apenas guión que lo respalde. Un poco como ocurre con la última hornada de superhéroes con ínfulas de cine de autor: Bond ha de ser como el Batman de El Caballero Oscuro, un tipo amargado y depresivo. Pero, aparte de ese puntito inútil y desmitificador, el resto es más de lo siempre. pero en descafeinado, incluidas esas ya clásicas chicas Bond que, en cada nueva aventura (y salvando contadas excepciones), se me antojan más sosas y menos tentadoras. Y cuando una chica Bond no me pone, esa es una muy mala señal.

Sus tres guionistas (incluido Paul Haggis) -es de suponer que azuzados por Barbara Broccoli, la productora-, están empeñados en que, además de brutote, James Bond ha de ser un espía circunspecto y sufridor; un error éste en el que ya cayeron cuando Timothy Dalton se hizo cargo del agente secreto y que, curiosamente en Licencia Para Matar, también representó otra (delirante) historia de venganza personal a partir del asesinato de ese Felix Leiter que, desde el Bond vía Craig, ha sido resucitado felizmente para el espectador. Y es que, entre otras cosas, la serie 007, para bien o para mal, nos ha enseñado que nuestro hombre no es un sufridor nato; le cuesta angustiarse. Él es un tipo duro, pero cínico y coñón: la sola visión de un lasser a punto de desintegrarle los huevos le provoca, más que temor, una sonrisa maliciosa de oreja a oreja. En contra, Daniel Craig frunce demasiado el cejo y pone cara de mala leche.

La sobriedad con que se afrontó Casino Royale, aquí se ha convertido en austeridad total. Por desaparecer (y siguiendo las pautas de la anterior), hasta han desaparecido esos míticos e iconográficos gadgets que tanta popularidad le dieron a su protagonista. Ahora, del estilo de la serie sólo queda la acción; acción por la acción, sin una base argumental mínimamente sólida y con un 007 apagado que ha perdido su desfachatez durante el camino de remodelación.

Quantum of Solace sólo destaca sobre el resto de capítulos de la saga por ser uno de los más cortos de la misma. 104 escuetos minutos que, sin embargo y debido a su nula consistencia, acaban resultando interminables y, por si fuera poco, sin esa celebrada historieta inicial, al margen del argumento central, con el que se abría cada uno de sus episodios.

Por cierto: ¿algún día se darán cuenta de que Judi Dench está de los más insoportable en el pellejo de M?

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