23.12.08

El hombre que mató a un ruiseñor

Nació en 1925 y, al igual que otros muchos de su generación, se formó como realizador en el mundo de la televisión, dando su salto al cine a medidos de los 50, época en la que siguió alternando los dos medios hasta que, a principios de los 60, se dedicará en exclusiva a la pantalla grande. Su nombre era Robert Mulligan y, entre otras maravillas, nos obsequió con un clásico imperecedero: Matar Un Ruiseñor, film que convirtió al Atticus Finch de la escritora Harper Lee en todo un símbolo cinematográfico. El pasado viernes, a los 83 años de edad, fallecía víctima de una enfermedad cardiaca.

Inmerecidamente, nunca se le consideró uno de los grandes y, a pesar de ello y a través de una corrección extrema, se acercó a la mayoría de géneros a la hora de abordar sus distintos trabajos: desde el western (La Noche de los Gigantes) al melodrama iniciático (Verano del 42), pasando por la adaptación de comedias de procedencia teatral (El Próximo Año a la Misma Hora) e incluso por un magistral devaneo con el cine fantástico (El Otro). Y siempre, siempre, aparte del academicismo con el que mimó a sus productos, cuidando al máximo la dirección de actores.

En 1991 dirigió su última película, Verano en Louisiana.

Descanse en paz.

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