23.4.09

7 películas, 7 párrafos (I)

Cuesta entender que un film como Crepúsculo aguante en cartelera desde principios de diciembre del 2008, época de su estreno. De hecho, la película de Catherine Hardwicke, planteada como el origen de una trilogía (al igual que sucede con la novela homónima de Stephanie Meyer en la que se basa), es a los adolescentes picados de viruela lo que la televisiva (y espléndida) True Blood al público más adulto y con ganas de experiencias innovadoras. La cinta parte de un supuesto similar al de la serie, situando la acción en un mundo en el cual vampiros y humanos conviven en “perfecta” armonía. Inevitablemente, en el Crepúsculo de marras también hay historia de amor (más cursi, imposible) entre jovencita y chupasangres. Todo muy teen y descafeinado pero, a pesar tales premisas, se puede soportar hasta entrada su media hora final, punto en el cual, la tal Hardwicke, pierde los papeles y se dedica a barrer cualquier rastro de lógica y coherencia en su narración.

Y siguiendo con vampiros, por fin ha llegado a las pantallas españolas Déjame Entrar, un film que me atrevería a colocar entre lo mejorcito del fantástico actual desde que lo disfruté durante su paso por el Fecinema (Festival de Cinema Negra de Manresa). Tal y como ya anoté en su día, la cinta “brilla, ante todo, por su originalidad: una historia de amor entre un niño y su joven vecina, una niña vampiro que se resiste a iniciar cualquier tipo de relación sentimental con él. Tierna, emotiva, gore y dotada de un peculiar sentido del humor, la película de Tomas Alfredson se mantiene fiel a las constantes narrativas y escénicas del cine sueco de toda la vida, aunque sin caer en la pedantería y el sopor que abrigan la mayoría de producciones de esa nacionalidad. Dreyer o Bergman jamás habrían llegado tan lejos. Sólo por la expresividad de los ojos de la muchacha protagonista (una tal Lina Leandersson), vale la pena darle un vistazo.” Como dice más de uno: pura poesía cinematográfica.

Espías en la Sombra habla de un grupo de cinco mujeres que, en plena ocupación nazi de París, se embarcaron en la complicada y temerosa misión de rescatar a un científico retenido por el ejército alemán y cuyos conocimientos podrían desbaratar los planes del desembarco de Normandía. Nada es lo que parece y la susodicha misión se amplía a otros terrenos más resbaladizos. Basada en un caso real y planteada como un homenaje a las heroicas féminas, falla en sus no muy bien planteadas escenas de intriga y tensión y, ante todo, en la forzada intensidad dramática que pretende otorgarle a ciertos pasajes. Para luchadores en la sombra y nazis, me quedo con el tebeo que también orquesto desde Europa Verhoeven en su genial El Libro Negro.

Desde Chile, y en coproducción con Argentina, España y Francia, nos llega una de vidas cruzadas con La Buena Vida. Cuatro son sus personajes principales: una psicóloga, un peluquero, una prostituta y un joven músico. Todos viven en la ciudad de Santiago. Sus problemas, angustias y desengaños conforman el plato fuerte de la función. La cotidianeidad con la que Andrés Wood se ha acercado a ellos hace que, en muchas ocasiones, se nos ponga la piel de gallina. Una cinta tierna, emotiva y que, por su crudeza, se convierte en uno de los títulos más descarnados de la cartelera actual. Su fuerza narrativa le valió el Goya a Mejor Película Hispanoamericana. Real como la vida misma.

La Clase partió como favorita en la carrera en pos del Oscar al Mejor Film de Habla No Inglesa, aunque fue desbancada por la funesta y contundente originalidad de la nipona Okuribito. Y es que, en realidad, La Clase significa una nueva vuelta de tuerca a un género en exceso sobado en el Séptimo Arte: el de las escuelas con alumnos conflictivos. De hecho, no es más que una calca intelectualoide de Rebelión en las Aulas, sin cancioncillas ni bailes y con un tono discursivo que tumba de espaldas. Para despistar aún más al espectador, sus inflexiones dramáticas (que son muchas y nunca culminadas) aparecen y desaparecen como el Guadiana a lo largo del metraje. Todo un coitus interruptus en cuanto a narrativa se refiere.

Tras La Lista se esconde la ópera prima de Marcel Langenegger, un suizo afincado en los EE.UU. Un thriller caliente y plenamente efectivo en su brillante planteamiento neoyorquino y que, en su forzada, ridícula y nada creíble resolución final (filmada íntegramente en Madrid), se desmorona por completo. Una lástima, pues la historia posee su puntito de morbo, mientras que su enigmático desarrollo promete un the end más compacto e ingenioso. Un auditor timorato, un abogado poco escrupuloso y una joven tentadora; tres personajes cuyos actos girarán alrededor de un club de encuentros sexuales anónimos. Ewan McGregor da el pego como contable apocado, mientras que Hugh Jackman se desmadra a su antojo en la piel de un lanzado y oscuro letrado. Entre los dos, ¡por suerte!, se sitúa el desbordante atractivo de Michelle Williams.

La Vida Secreta de las Abejas es el típico producto pro Obama con el que, a partir de ahora, nos tendremos que ir enfrentando muy a menudo (de hecho, la Disney ya tiene preparado un nuevo título con una princesita negra de protagonista). Ambientada a principios de los 60 en California del Sur, justo en el momento más álgido de la lucha por los derechos civiles en los Estados Unidos, transcurre una cinta que se aproxima (como principal atracción) a la edulcoradísima relación que se establece entre una niña blanca, recién escapada del domicilio paterno, y tres hermanas adultas y de color, propietarias de una granja de miel. Discursiva, ñoña y de lo más aburrido que se pueda tirar uno en cara. Lacrimógena (y previsible) como ninguna. Ni la Fanning la salva de la quema.

Pues eso. Hoy 7 títulos. En el próximo post, 7 más. Y la cartelera, más o menos de nuevo al día.

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