18.1.11

Revuelta pasada por agua

Icíar Bollaín se instala en la Bolivia del año 2000, la convierte en su Santo Domingo particular y desde allí, y con la ayuda de un equipo cinematográfico, pretende demostrar el paralelismo existente entre los tiempos actuales y la llegada de Colón y sus hombres a América hace quinientos años. De fondo, la que se dió en llamar la Guerra del Agua, una situación convulsa que variará los distintos puntos de vista de algunos de los miembros del equipo, entre ellos un productor un tanto jetas y un joven realizador idealista. Su título, También la Lluvia.

Hasta el momento, la filmografía de la directora madrileña me parecía de lo más correcta. Moviéndose casi siempre por un cine de cauces intimistas, conseguía retratos de la sociedad actual, y en particular del mundo femenino, ciertamente atractivos. Con También la Lluvia, cambia de registro y, con más pretensiones que buenos resultados, se adentra en una mezcla entre cine histórico y denuncia política que no acaba de cuajar del todo.

La cinta, en un principio, no está mal planteada, entra bastante bien, aunque poco a poco se le escapa de las manos. A medida que avanza su metraje, prepara al espectador para una parte final que promete ser visceral y trepidante, en la línea de films como Bajo el Fuego o El Año Que Vivimos Peligrosamente. El espíritu comprometido de Bollaín aflora en varios de los pasajes de su trabajo, sobre todo en aquellos en los que refleja el despotismo desenfrenado con el que los españoles entramos a saco en América hace quinientos años. Sin embargo, cuando ha de afrontar su última media hora, la cinta hace aguas por todas partes y Bajo el Fuego y similares, por mucho que se empeñe, le quedan a años luz. La imposibilidad de tragar con el cambio ideológico del personaje de Tosar o la endeble manera de reflejar una revuelta callejera, son sólo dos de los numerosos factores que derrumban la propuesta de arriba a abajo.

A pesar de contar con muy buenos actores (Luis Tosar y Karra Elejalde están que se salen), no sabe aprovecharlos al máximo. Por ejemplo, el papel del realizador interpretado por Gael García Bernal o, sin ir más lejos, los dos representados por Raúl Arévalo y Carlos Santos, quedan reducidos a la mínima expresión, centrándose casi exclusivamente en la relación entre Tosar y un nativo boliviano líder de la revuelta social que desembocó en la Guerra del Agua: una pésima resolución para un producto de claras connotaciones corales.

Está claro que También la Lluvia rebosa buenas intenciones por todos sus poros. Pero, tal y como en dicho en diversas ocasiones, el cine no sólo ha de alimentarse de buenas intenciones. Es necesario algo más.

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