31.5.11

Ventrílocuo por accidente

El Castor es el tercer título como realizadora de Jodie Foster tras su espléndido debut con El Pequeño Tate y su ya más irregular A Casa Por Vacaciones. 15 largos años han trascurrido para que la actriz vuelva a colocarse tras la cámara. Y lo hace acompañada en la interpretación por Mel Gibson, actor con el que conserva una gran amistad desde el rodaje de Maverick

Walter Black es un yuppie de la industria juguetera y padre de familia que está pasando por un momento debido a una tremenda depresión. Sumido en un oscuro pozo sin fondo y a punto del suicidio, recobrará poco a poco la animosidad debido al descubrimiento en un contenedor de un títere con forma de castor al que adoptará y utilizará como su más fiel portavoz expresándose a través de él. Una terapia un tanto surrealista que, con el tiempo, podría volverse en su contra y en la del resto de integrantes de su familia.

Mel Gibson, tocado en su vida real por distintos problemas de convivencia, se alza como el actor ideal para dar vida al tal Black, personaje al que le unen varias constantes personales. Un regalo éste, el de su amiga Jodie, servido en bandeja de plata justo en la época en la que muchos estudios de Hollywood le están dando la espalda. De hecho, mientras el castor parlante le sirve de terapia a Walter Black, el trabajo del propio Gibson se transforma para él en una especie de autosalvación terapéutica.

Un film diferente y extraño, salpicado por esporádicas (aunque contundentes) gotas de humor negro y que cuenta con un prometedor arranque. La disfuncionalidad metida de lleno en el seno de una familia acomodada a punto de irse al garete. Lástima que, a pesar de sus buenas intenciones iniciales, se encalla y termina por convertirse en una cinta acomodaticia. Su toque surrealista se diluye y da paso a un melodrama estándar y, en demasiados aspectos, casi de formato televisivo. Un bache que sin embargo y en sus últimos minutos logra superar, recuperando incluso ese tonillo negro que lucía en su arranque.

La familia de nuevo en el punto de mira de la directora. Ahora a través de una mirada tan crítica como ácida y desmontando (por enésima vez) la estructura del llamado sueño americano. Un poco más de mala uva le hubiera sentado de maravilla.

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