18.11.11

El hermano empalagoso de Hanna

Sin Salida (el mediocre título español sustitutivo del original Abduction) no es más que un film de puro entretenimiento dirigido claramente al público adolescente y, al mismo tiempo, un producto construido con todo el descaro para el lucimiento de su joven protagonista, el sosísimo Taylor Lautner, el hombre lobo (o mejor dicho, lobezno) de la saga Crepúsculo. Todo tiene su explicación: el productor de la cosa no es otro que Dan Lautner, el padre de la criatura. Dirige el cotarro John Singleton, ese californiano afroamericano que debutó con la prometedora Los Chicos del Barrio y que, con el paso de los años, ha ido yendo a menos.

La película es una mezcla, en clave teenager, de las andanzas del amnésico Jason Bourne (incluso, en la película, se compara al actorcillo protagónico con el físico de Matt Damon) y los vericuetos educacionales de la sorprendente Hanna, esa niña, émula de Nikita, que desde su más tierna infancia fue aleccionada para salvar con solvencia todo tipo de obstáculos. De la serie sobre Jason Bourne extrae su sentido del ritmo y sus brillantes escenas de acción, mientras que de Hanna roba parte de su argumento, aunque eliminando cualquier atisbo de morbo o de violencia excesiva. Vaya, que tratándose de una cinta para quinceañeros entusiastas del cine de acción y ante todo del impúber del Lautner, hay que reciclarlo todo por el tamiz de la corrección política y la simplicidad argumental. Tanto es así que, en la única escena mínimamente tórrida entre el mozalbete y Lily Collins -su partenaire femenina e hija del cantante Phil Collins-, Singleton decide cortar por lo sano los arrumacos de la pareja (o sea, cuatro morreos y unos pocos sobeteos inocentes) para que no lleguen a mayores.

Aburrir, lo que se dice aburrir, no aburre. La mínima (minimísima) historia que propone, la de la huida del gazmoño del Taylor en compañía de su vecinita tras ver morir a sus (teóricos) padres en manos de una misteriosa organización, no hay por donde pillarla. Progenitores de adopción, organismos serbios sin escrúpulos, psicoanalistas reciclados en miembros de la CIA y agentes gubernamentales corruptos, se mezclan en una intriga delirante con muy poca lógica. Suerte que, en medio del caos organizado por su guionista (Shawn Christensen), allí está el pobre de John Singleton para arreglar el entuerto con sus correctas escenas de acción. De trama tiene poca (y altamente ridícula), pero de acción tiene un mucho.

Lo que aprieta el hambre (o la falta de buenos papeles) que hasta gente como Maria Bello, Alfred Molina o la reputada Sigourney Weaver, se ven metidos en un producto tan vacuo (aunque entretenido, repito) como éste.

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