30.1.12

Love Story

J. Edgar Hoover fue el director del FBI durante la friolera de 42 años, desde su nombramiento el 10 de mayo de 1924 hasta el día de su muerte, el 2 de mayo de 1972. Un personaje controvertido, anticomunista feroz y capaz de controlar la vida personal y sexual de todos cuantos le rodeaban. Ahora Clint Eastwood, con J. Edgar, da un repaso a su vida, obra y milagros a través de uno de los films (para mí) más decepcionantes y aburridos de su filmografía como director.

Más que una película sobre las acciones Edgar Hoover al frente del FBI se trata de una historia de amor entre éste y Clyde Tolson, el director asociado de la institución, así como un retrato de la enfermiza relación que Hoover sostuvo con su madre, una mujer dominante que se negó a aceptar la latente homosexualidad de su hijo.

La cinta se inicia con el dictado de las memorias de J. Edgar a un agente del FBI; memorias que servirán para que el realizador comience un viaje en el tiempo, a través de saltos hacia delante y atrás, con la finalidad de mostrar la vida del polémico personaje de quien, en su afán por humanizarlo, termina por suavizar (e incluso pasar por alto) ciertos episodios oscuros de sus largos cuarenta años al frente de la organización.

No esconde sus múltiples jugadas sucias, pero tampoco pone más leña al fuego. Sólo lo justo para que al espectador le quede claro que no se trataba de trigo limpio. El interés de Eastwood radica, ante todo, en retratar su mal asumida sexualidad y el distanciamiento que ello le produjo de la figura de una madre autoritaria. La lucha contra el crimen organizado, la caza de brujas, el estrecho cerco de vigilancia que ejercía sobre ciertos políticos y artistas o algunos de los casos policiales más sonados de su carrera (como el secuestro y asesinato del hijo de Lindbergh), no son más que meros detalles anecdóticos insertados a lo largo de un metraje abusivo de más dos horas y cuarto de duración.

Su deslavazada narración y la insistencia en sacar a flote su cara más humana, hacen de este un trabajo difícil de digerir. Y ello sin tener en cuenta el desastroso maquillaje usado para envejecer a sus protagonistas quienes, en algunos momentos (sobre todo el personaje de Clyde Tolson), se asemejan más a los muñecos de Spitting Image que a seres de carne y hueso.

Uno de los trabajos menos cautivadores de su director, del que tan sólo destacaría la impresionante labor interpretativa de un entregado Leonardo DiCaprio, su elaborada (aunque oscurísima) fotografía y la espléndida labor del departamento de dirección artística, capaz de plasmar de forma encomiable la estética y el estilo de cada una de las décadas que desfilan por el film.

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