27.10.12

SITGES 2012: Jornada 8 (de militares conspiranoicos, casas encantadas y escritores paranoicos)

El jueves 8 de octubre, para empezar la jornada, en el Auditorio del Meliá se presentó el último film de Daniel Calparsoro, Invasor; un Calparsoro que llevaba 7 años alejado de la gran pantalla y dedicado, casi en exclusiva, al mundo de la televisión. Su nuevo trabajo se trata de un thriller de acción, suspense y un toque de denuncia política y militar, todo muy bien orquestado y en la línea de otros productos similares, de factura norteamericana, en donde las conspiraciones campan a sus anchas. Un entretenimiento trepidante que acerca al espectador a la investigación que inicia un médico del ejército español, al no creer ni una palabra del informe oficial emitido tras haber sufrido un atentado durante una misión internacional en Oriente Medio. Atención al oficial encabronado al que da vida un sobresaliente Karra Elejalde: para sacarse el sombrero.


Sinister es una más de tantas películas sobre casas encantadas. Ni aburre ni defrauda, pero tampoco aporta nada nuevo al género. De esas que yo denomino de “encefalograma plano”. En este caso, se acerca a las vivencias de un escritor que, buscando información para su nuevo libro, se traslada, junto a su mujer e hijos, a la casa en la que fueron asesinados todos los miembros de una familia. Un festival Ethan Hawke (prácticamente no hay escena en la que no salga) al servicio de un producto típico y tópico. Correcto pero preocupantemente previsible. De Scott Derrickson, el mismo que tuvo el morro de colar El Exorcismo de Emily Rose como un caso real.
 

Por la tarde, una comedia protagonizada por Simon Pegg, un actor cuya presencia ya empieza a ser bastante habitual en Sitges: no hay año que no salga en alguna de las películas del certamen. En esta ocasión lo hace con A Fantastic Fear of Everything, un título británico que, dirigido al alimón por Crispian Mills y Chris Hopewell, se acerca a los terrores paranoicos de un guionista televisivo quien, durante sus investigaciones para una serie sobre criminales célebres de la Inglaterra Victoriana, empezará a ver a posibles asesinos dispuestos a llevárselo al otro barrio en menos que canta un gallo. La cosa no empieza mal. La historia obsesiva que expone tiene su gracia, pero a la media hora uno acaba cansándose, tanto de su tratamiento como de la sobreactuación con la que Simon Pegg afronta a su histérico personaje. Después el invento va hacia otros derroteros (más patéticos si cabe) y, aun conservando el mismo hilo conductor, se convierte en otra película (¿por eso lo de los dos directores?) en la que el escritor, al intentar superar una de sus fobias, habrá de enfrentarse a un serial killer en el interior de una lavandería nocturna. Este fragmento, por su temática y ambientación escénica, me recordó a otra cinta, igualmente prescindible, presentada el año pasado en este mismo festival: El Callejón de Antonio Trashorras.
 

To be continued…

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