18.10.14

SITGES 2014: Jornada 7 (de gotas que colman el vaso, de fantasmadas teatrales niponas, de violencia selvática, de Inteligencia Artificial vía Banderas, de polis pasados de rosca y de perversiones australianas de todo tipo)

La jornada del 7 día empezó con la proyección de Relatos Salvajes, film argentino (estrenado ayer mismo en España) que, producido por El Deseo (la productora de los Almodóvar Bros.) y dirigido por Damián Szifron, nos muestra, a través de seis episodios sin desperdicio alguno, lo que puede llegar a hacer la persona humana cuando es sometida a una situación límite, cuando cae la gota que colma el vaso, vaya. Dramática, trágica, cínica y, ante todo, negrísimamente divertida. Grandes actores como Grandinetti, Sbaraglia o Darín, entre otros, dan soporte a una cinta milimétricamente calculada: desde su magistral prólogo a bordo de un avión hasta el capítulo final centrado en la celebración de una boda. No hay ningún episodio que destaque por encima de los otros, todos tienen el mismo nivel de calidad y demuestran que, en tan sólo cuatro trazos de guión, Szifron tiene más que suficiente para definir a la perfección a todos sus personajes y las circunstancias que les llevarán a su irremediable explosión de furia. Dos horas que pasan volando y que, a mi gusto, sólo tiene una pega: me quedé con ganas de dos o tres episodios más. Redonda. Como diría Carlos Pumares en su época de gran esplender radiofónico: “para ver en reclinatorio”. No se la pierdan. De lo mejor del festival y de la temporada cinematográfica.


Después de disfrutar de lo lindo con Relatos Salvajes, tocó enfrentarse con la tediosa y soporífera Over Your Dead Body, un Takashi Miike que, para la ocasión, se ha decantado por la vertiente insoportablemente fantasmagórica de su carrera como cineasta. Aquí, escudándose en la adaptación de la obra teatral kabuki de fantasmas de 1825, Yotsuya Kaidan, juega a dos niveles narrativos: por una parte, filma la representación de la obra directamente sobre un escenario y, por la otra, se inmiscuye en la vida real de los actores que la representan, plasmando al mismo tiempo cuantos paralelismos sean necesarios entre la realidad y la ficción. Un peñazo de padre y muy señor mío. Difícil de digerir y totalmente previsible. La inserción repetitiva de unos planos muy concretos a lo largo de su metraje, hacen que uno pueda adivinar su final con muchísima anticipación. ¿De dónde habrá obtenido tanto prestigio el pelmazo del Miike?


Antes de comer tocó visionar El Ardor, una medianía producida y protagonizada por Gael García Bernal y dirigida por Pablo Fendrick que nos sitúa en plena selva tropical de Misiones (Argentina), en donde un grupo de violentos mercenarios se dedica a arrasar las propiedades de los demás, hasta que llega al lugar un personaje misterioso, surgido del río, que ayudará en su venganza a una de las víctimas de la cuadrilla, una joven que ha sido secuestrada tras ver morir asesinado a su padre (una Alice Braga que, por fin, empieza a demostrar sus buenas cualidades como actriz). Dotada de un mínimo aire fantástico que entronca directamente con una leyenda de la región, la cinta avanza a ritmo lentísimo para desembocar en un final deudor del estilo más ralentizado (y con primerísimos primeros planos incluidos) del maestro Sergio Leone. Las buenas intenciones que denota el film no son suficientes para superar sus deficiencias narrativas y argumentales. Menos da una piedra.


Por la tarde aterrizó en el Auditorio del Meliá Antonio Banderas quien, en calidad de productor y actor, presentó su nuevo film, Autómata. Dirigido por Gabe Ibáñez (el mismo de Hierro), nos narra una historia (pésimamente explicada) enmarcada en un desolado mundo futuro en donde un agente de seguros investiga el asesinato de un robot. Dotado de un look visual inicial robado directamente de Blade Runner, la cosa cambia de aspecto (para ir a peor) cuando sus protagonistas salen de la ciudad para adentrarse en un desierto colapsado por los altos niveles de radiación. Antonio Banderas ofrece una de sus peores interpretaciones en años (comparable a la de su insoportable papel en Los Mercenarios 3), mientras que gente como Melanie Griffith (¡por Tutatis, lo que fue de la Dolores!), Dylan McDermott o Robert Forster pululan entre autómatas como verdaderos zombis. Y lo peor es que el amigo Gabe Ibáñez, en su oferta, denota pretensiones de autor. Un despropósito al que no hay por donde pillarlo. Caca de la vaca.


Por la noche le llegó el turno a Filth, curioso producto escocés que, dirigido por Jon S. Baird y protagonizado por un brillante James McAvoy, se adentra en el autodestructivo retrato de Bruce Robertson, un policía que ostenta todo tipo de perversiones: cocainómano, alcohólico, putero, trepa y corrupto. Basada en una novela de Irvine Welsh (el mismo de la vitriólica Trainspotting), la cinta se inicia como una comedia tremendamente pasada de rosca para dar paso, en su parte final, a un melodrama teñido de tintes trágicos. A primera vista, puede resultar un film difícil, de esos que hay que digerirlos durante varias horas para apreciarlo en su totalidad; una digestión a la que, sin lugar a dudas, ayuda su compleja y acelerada estructura narrativa y, ante todo, el buen hacer de gente como Jamie Bell o el imparable Eddie Marsan. Un título transgresor al que hay que acercarse con ciertas precauciones. Luego, una vez metido en él, es cuestión de dejarse cautivar por su locura tragicómica.


El fin de la jornada lo puso la sección Seven Chances con la recuperación de la copia restaurada y en óptimas condiciones de Despertar en el Infierno (Wake in Fright), film australiano de 1971 que, dirigido por Ted Kotcheff, marcaba un tanto las pautas de lo que sería posteriormente la filmografía de ese país. Un melodrama como la copa de un pino que plasma, a la perfección, la degradación de un ser humano hasta límites insospechados. Lo que en un principio tenían que ser unas plácidas vacaciones navideñas en Sidney para un profesor de escuela de un pequeño y polvoriento poblado del desierto australiano, se convertirán en un descenso a los infiernos cuando haga un alto en el camino en la ciudad minera de Bundanyabba. Litros ingentes de cerveza, ludopatía, ninfomanía, salvajismo, violaciones y de propina, entre otras perversiones, una inquietante y terrorífica matanza nocturna de canguros (para poner los pelos de punta). Aterrador y sobrio; un título que, con el paso de los años, se ha ganado a pulso el merecido calificativo de película de culto. Y con el aliciente de contar, entre sus actores, con el gran Donald Pleasence en un papel de lo más desagradable.


En el próximo post, más películas festivaleras.

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