11.3.15

Yo confieso


El realizador John Michael McDonagh y Brendan Gleeson ya habían colaborado juntos en la ópera prima del primero, el muy peculiar thriller El Irlandés. Ahora, tres años después, vuelven a unir sus fuerzas para atreverse con Calvary, una historia más hermética, aunque igualmente pastoral, en donde la religión y los malos rollos campan a sus aires y que le ofrece un nuevo papel de lucimiento y elevadísima contención al actor dublinés: el de un sacerdote rural que, amenazado de muerte durante una confesión, deberá sobrellevar la semana que le otorga de plazo el presunto asesino, afrontando los diversos problemas que se acumulan entre los parroquianos de su pequeña aldea.


Calvary posee un inicio ciertamente contundente, el de una confesión en la que se mezclan todo tipo de conceptos, desde la bondad más infinita hasta el resentimiento y los casos de pederastia en el seno de la iglesia católica. A partir de ahí, la cámara de McDonagh, se dedica a seguir los pasos del padre James, un inmenso e imperturbable Brendan Gleeson metido en el interior de una larga y negrísima sotana; pasos que le acercarán al resto de feligreses e, inclusive, a su propia y frágil hija, una hija que tuvo en su matrimonio antes de optar por el celibato.

La cinta, de trama totalmente distinta a su anterior trabajo, conserva, sin embargo, ese aire, a veces socarrón y surrealista que destilaba El Irlandés, aunque, en esta ocasión, sustenta el mayor peso de su trama en el personaje de un genial Gleeson, alma y motor innegable del film, y se pierde un tanto en el énfasis discursivo con el que afronta la mayoría de sus pasajes, sobre todo en su tramo final, en donde se desvelará el rostro del hombre que, en confesión, amenazó al religioso protagonista; un hombre del que el sacerdote es consciente desde un principio, pero cuya identidad se esconde al espectador hasta el último momento. Una manera como otra de dotar de cierta intriga a un film bastante aburrido y en cierto modo previsible.


De hecho, Calvary parece una sucesión de pequeñas historias ensartadas, una detrás de otra, por el personaje conductor del padre James ya que, entre los moradores de la pequeña aldea, existen todo tipo de individuos y conductas: escritores seniles en el ocaso de su carrera (magnífico M. Emmet Walsh), médicos ateos y fiesteros, adúlteras con ganas de provocar al resto de la parroquia, maridos cornudos, jovencitas suicidas y millonarios cínicos y especuladores. Una fauna de personajes milimetrada a los que el curilla en cuestión se irá acercando, uno por uno, con discursito incluido para cada encuentro.


Un film fallido, con un atractivo sentido del humor que, por desgracia, sale a flote en muy pocas ocasiones ya que, en general, se deja arrastrar por su gruesa pincelada religiosa y, lo que es peor, por ese afán discursivo que adorna la mayor parte de su metraje. Una pena.

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