14.4.15

Fresca ensalada de gays y mineros


A medio camino entre la comedia británica muy al estilo de Full Monty y el cine crítico de Ken Loach, nos llega Pride, una cinta coral que, dirigida con esmero por Matthew Warchus, se ambienta en la Inglaterra de 1984, justo durante la huelga de mineros que castigó al gobierno de Margaret Thatcher para centrarse, ante todo, en un hecho muy concreto: el de las acciones reivindicativas y de soporte que un grupo de gays y lesbianas -el LGSM (Lesbians and Gays Support the Miners)- llevaron na cabo para recoger fondos para la causa de los huelguistas. Un hecho histórico, narrado con muchas licencias (perdonables) para darle más fuerza al producto (¡todo por el espectáculo!) y que unió, en la lucha, a dos grupos totalmente disonantes, el del colectivo homosexual y el de los mineros.


Pride es claramente una comedia coral, plagada de numerosos personajes perfectamente perfilados con cuatro trazos de guión y que, aparte de su espíritu crítico, apuesta de manera inteligente por el sentido del humor. La película se inicia con la negativa del sindicato de mineros a aceptar las recaudaciones del grupo gay y estos, decididos a llevar hacia adelante su empeño, deciden viajar hasta Dulais, un pequeño pueblo galés minero, para intentar convencer a sus habitantes, la mayoría de ellos sumidos en la huelga, de que acepten su colaboración.


La Inglaterra anclada en el pasado y la Inglaterra transgresora cara a cara. Los personajes, en un principio antagónicos, empiezan a interrelacionarse. Primero con recelo y luego con más convicción, dando lugar, con ello, a un sinfín de momentos ciertamente divertidos y bien construidos. Las historias personales se amontonan y, poco a poco, se van desgranando, siempre con el decorado de un país marcado por la desazón política y social imperante durante la era Thatcher. En algunos temas, Warchus profundiza más que en otros pero, en general, siempre sabe contrapesar la balanza en todos los aspectos.

Al buen devenir del producto hay que añadirle la atinada elección de un casting totalmente acorde con las intenciones de su realizador. Gente ya consagrada del cine británico como Imelda Staunton, Paddy Considene o Bill Nighy, se alternan, con una fluidez exquisita con rostros más jóvenes y no muy conocidos por el gran público (como George MacKay, recientemente visto en Mi Vida Ahora y Amanece en Edimburgo, o Ben Schnetzer, entre otros).


Un film fresco que, a pesar de sus presumibles licencias narrativas respecto a la realidad histórica, se deja ver con agrado, al tiempo que se convierte en un gratificante canto a la libertad y a la solidaridad.

No hay comentarios: