31.10.15

SITGES 2015: Jornada 5 (de ancianos existencialistas, de corruptelas políticas e inmobiliarias, de tormentas de arena y niños desaparecidos, de experimentos genéticos descabellados, de barberos gafes y serial killers atípicos y de cobardicas y zombies neurasténicos)

Por ser martes y 13, la maratoniana jornada no empezó mal de todo, y eso que no me esperaba nada bueno de la primera proyección, el Youth (La Juventud) del napolitano Paolo Sorrentino. Y es que después de haber sufrido en carnes la sobrevalorada y muy pedante La Gran Belleza, me temía lo peor de su nuevo producto. De hecho, tras Youth, se esconden los tics vanidosos de los que hace gala el cine de su autor pero, en esta ocasión y aparte de las grandes interpretaciones de Michael Caine y Harvey Keitel y de su brillante imaginería visual y musical, la cinta se convierte en un emotivo homenaje (y, por momentos, grotescamente humorístico) a la tercera edad y, en concreto, a los temores de la persona humana a envejecer centrándose, para ello, en la peculiar amistad entre un reputado compositor musical y un director de cine, dos colegas que están pasando unas vacaciones en un lujoso balneario de los Alpes. Reflexiva, surrealista y, de propina, crítica con el mundo de la jet set. Apúntense también el brillante trabajo de Rachel Weisz dando vida a la hija de Caine, la contundente aparición de Jane Fonda en la piel de una gran dama del Hollywood clásico y la presencia de un doble de Diego Armando Maradona satirizando cruelmente al astro del fútbol argentino (con tatuaje de Karl Marx en la espalda incluido). En definitiva, una curiosidad para mí inesperada.


A continuación, una cinta coreana de lo más rutinario y previsible, el Gangnam Blues de Yoo Ha, trabajo que, ambientado en los años 70 y amparándose en hechos reales, narra la corrupción política e inmobiliaria que marcó el desarrollo de Gangman, un distrito por explotar en el Seul de esa época. Todo ello lo hace a través de la figura de dos huérfanos que, criados en medio de una pobreza extrema, logran situarse en posiciones claves dentro del enmarañado mafioso y político que supuso la creación del citado distrito. Cuatro golpes de efecto conseguidos son lo único resaltable dentro de un film que, a toda costa, pretende ser un gran guiño a un tipo de cine que siempre ha imperado en el Hollywood de toda la vida. Violencia, melodrama y corruptela a partes iguales. Nada nuevo que ofrecer.


Strangerland es un esmerado producto australiano que, aparte de jugar la baza de contar con una espléndida Nicole Kidman como protagonista principal, se apoya en una realización y un guión que resultan ciertamente inquietantes para el espectador. Dirige el debutante Kim Farrant y en él se cuenta el mal rollo vivido por un matrimonio en crisis que, tras haber trasladado su domicilio a un pequeño pueblo en medio de desierto en donde el marido regentará la farmacia del lugar, vivirán de muy mala manera la inexplicable desaparición de sus dos hijos. Una intriga de mal rollito, en donde se mezcla un misterio de connotaciones morbosas y una tormenta de arena de grandes proporciones. Atención a la química que se establece, ante la desorbitada mirada de un torturado Joseph Fiennes, entre el personaje de la Kidman y el jefe de policía interpretado por Hugo Weaving. Interesante, aunque en exceso lenta, lentísima.


Anders Thomas Jensen, el guionista habitual de Susanne Bier, presentó Men & Chicken, su cuarto largometraje como director; una coproducción entre Dinamarca y Alemania que, de forma muy surrealista y con una buena dosis de humor negro en su haber, arremete contra la experimentación genética descontrolada. Men & Chicken se centra, principalmente, en la extraña relación que mantienen dos hermanos de caracteres totalmente opuestos: uno es un tipo serio y profesor universitario, mientras que el otro, un tanto descerebrado, se pasa el santo día masturbándose y pensando en mujeres. Tras la muerte de su padre, descubrirán que no era su padre biológico, por lo que decidirán iniciar la búsqueda de sus orígenes reales. Divertida, aunque altamente extraña debido a la atípica fauna que puebla sus imágenes, vale la pena destacar el excelente trabajo de un Mads Mikkelsen totalmente desconocido, maquillado y pelándosela por los rincones más inauditos y, ante todo, ese descarnado y políticamente incorrecto sentido del humor que destila su metraje.


The Legend of Barney Thompson, el siguiente film programado, también tiene su puntito de coña y de humor negro. Dirigido e interpretado por el actor Robert Carlyle, la película está ambientada en un Glasgow atemporal y con un puntito chic que la hace ciertamente interesante. Mientras la policía del lugar investiga los crímenes de un serial killer, un barbero fracasado, que nada tiene que ver con los asesinatos, matará accidentalmente a su jefe, convirtiéndose fortuitamente en el principal sospechoso de haber cometido toda la otra serie de homicidios. Buscando y amplificando al máximo detalle los aspectos más cutres de sus personajes y escenarios, resulta un producto agradable y entretenido de visionar, aunque resbale un poco en sus quince minutos finales, en donde Carlyle parece haber perdido un tanto la inspiración. Vale la pena subrayar uno de los más grandes aciertos de la cinta: la presencia de una sublime Emma Thompson que, encarnando a la madre del barbero protagonista, apuesta por su vena más gamberra a la hora de recrear un personaje ciertamente inolvidable.


El día lo cerró una de las películas más delirantes, divertidas y desvergonzadas del Festival de este año, la japonesa I Am a Hero, que se presentaba en Sitges en su estreno mundial. Dirigida por Shinsuke Sato y basada en el manga homónimo de Kengo Hanazawa, nos muestra, a través de un ritmo casi imparable y de un sentido del humor salvajemente divertido, las aventuras y desventuras de un acobardado dibujante de mangas ante un apocalipsis zombie. Llena de guiños al género (desde El Amanecer de los Muertos a la estimable y televisiva The Walking Dead) y regalando al espectador algún que otro personaje no muerto de alta envergadura (genial el atleta zombi), I Am a Hero se muestra ciertamente muy original a la hora de esbozar el carácter de muchos de los zombies que pululan por la pantalla, haciendo especial hincapié en que todos los infectados, al traspasar, siguen conservando las neuras personales que tenían en vida. Todo un acierto que hizo las delicias de los aficionados al fantástico y a la comedia.


En el próximo post, un poco más.

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