29.11.15

Diplomacia


Desde que realizara la discursiva aunque interesante Lincoln, Steven Spielberg llevaba tres años apartado de la dirección. El próximo viernes, 4 de diciembre, aterrizará otra vez en las pantallas de nuestro país con su nuevo trabajo: El Puente de los Espías, un film ambientado en 1960, en plena Guerra Fría, justo cuando se acababa de construir el Muro de Berlín que separaba la Alemania Occidental de la Oriental y en el que se recrea un episodio verídico en el que se mezclaron dos espías, uno ruso y otro norteamericano, un joven estudiante detenido por los comunistas y un abogado de Brooklyn especializado en temas económicos que se vio reconvertido, de la noche a la mañana, en un diplomático de altos vuelos.


El espía del Kremlin, Rudolf Abel, fue atrapado en Brooklyn en 1957, mientras que el americano, un piloto aéreo que atendía por Francis Gary Power, vio como era derribado su avión cuando sobrevolaba territorio soviético para, posteriormente, ser igualmente detenido. Justo aquí es cuando entró en escena James B. Donovan, el letrado de Brooklyn que, en su día, defendió y evitó la pena de muerte a Rudolf Abel y que, debido a sus habilidades, fue convencido y enviado al convulso Berlín de la época para actuar como mediador en un posible intercambio de espías; intercambio que el abogado, a pesar de la oposición de las altas esferas políticas, extendió a la liberación de un estudiante yanqui por ser arrestado al otro lado del Muro de Berlín.


Steven Spielberg, para narrarnos esta sugestiva historia en la que se mezclan, a partes iguales, el espionaje y la diplomacia, ha contado con la colaboración, en su milimetrado guión, de un trío excepcional: Joel y Ethan Coen y, de propina, Matt Charman, este último autor del libreto de la muy compacta Suite Francesa. Un guión sobrio que, pese a la complejidad de la historia que nos cuenta, resulta perfectamente comprensible en todos sus aspectos. Y todo ello gracias a un sinfín de brillantes diálogos y de situaciones altamente magnéticas, como sucede, por ejemplo, con una de las mejores secuencias de la cinta: la que hace referencia al tenso intercambio de espías en un puente berlinés.

Siempre fiel a los clásicos de toda la vida, Steven Spielberg le ha dado un toque a lo Frank Capra a su producto a través del personaje del abogado, un hombre honrado, bonachón e íntegro tras el que se esconde un inmenso y controladísimo Tom Hanks. Sólo él, con sus características físicas e interpretativas, podía dotar de total entidad a un abogado que, en muchos aspectos, recuerda al inexperto senador al que dio vida James Stewart en la magistral Caballero sin Espada del citado Capra.


No busquen en El Puente de los Espías una película deespionaje al uso, con bombas, tiros y persecuciones a todo trapo. El Puente de los Espías es un trabajo reposado, con muchos diálogos y un sinfín de negociaciones políticas, pero siempre con ese estimulante puntito de humor que rodea al sorprendido y cansado personaje de Hanks. En definitiva, para que me entiendan y debido a su estilo narrativo, su nuevo film se sitúa a las antípodas de uno de los mejores thrillers de su filmografía, Munich, aunque acabe resultando igual de efectivo.


Spielberg es un gran contador de historias, un fabulador nato que sabe entretener al espectador por encima de todo. Su cine engancha, es seductor y sabe envolver a la perfección sus productos. Pero a veces, demasiado a menudo, en la larga lista de títulos del llamado Rey Midas de Hollywood, sus finales patinan por culpa de la melaza con los que los riega. Y El Puente de los Espías no escapa a ese gran problema del cineasta, en donde vuelca toda su energía en fabricar azúcar de más y colarnos moralina por un tubo en sus últimos dos minutos de proyección; dos minutitos de nada, pero tan innecesarios que, por su insistencia, podrían haber derrumbado la consistencia de los 130 minutos anteriores. Pero Spielberg es así y hay que perdonarle porque, a pesar de sus finales melosos, nos ha dado y sigue dando CINE en letras mayúsculas y negrita.

3 comentarios:

caligula dijo...

No es por llevarle la contraria, don spa, (o lo mismo sí y es que me mola ir a contracorriente) pero a mí no me ha gustado nada... pero nada de nada... Que vale que todo está muy bien hecho y que tiene muy buena ambientación, y la fotografía tal (por alguna razón, la música no me pareció nada del otro jueves... aunque yo no sé de música... claro que tampoco sé de cine y aquí estoy). De hecho, me pareció todo muy simplón, sin pizca de mala uva, al contrario que Munich y a pesar de tener a los Coen de guionistas. Con un montón de frases bonitas y el rollo patriotero lacrimógeno de la legalidad americana (curiosa dato ese de el piloto americano torturado y maltratado en la cárcel rusa, y el espía ruso pintando en la cárcel americana... como que los yanquis no aprendieron a torturar hasta la guerra de Irak!!), y el final ñoño, ñoño, ñoño (eso de los saltitos de rejas en comparación con...). Pues que me ha parecido muy simplona, ¡qué le vamos a hacer! Aunque todo el mundo dice que es la leche en bicicleta.

Por cierto, que además tiene poco que ver con la historia de verdad, donde el espía ruso fue recibido como un héroe, le condecoraron, van a su tumba a conmemorar cosas incluso una vez caída la URSS, hicieron sellos con su cara, etc. De hecho, ni siquiera el nombre que le dan es el correcto, ese se lo inventó y se llamaba de otra forma.

Y este viernes me toca ir a ver eso de Star Wars (La Guerra de las Galaxias de toda la vida de Dios, pero bueno), el mismo día del estreno... la primera vez que veo una de de las pelis en el cine. Es más, creo que es la primera vez que voy a ver una entera del tirón. Lo que hay que hacer en Navidad por los sobrinos!!... y encima vamos disfrazados y todo... Joder con la Navidad y los niños!!

Spaulding dijo...

Lo de Star Wars ya empieza a resbalarme bastante. Me niego a verla durante las primeras semanas.

La de Spielberg, a pesar de los pesares, me mola. Y bastante. Lástima de la escenita final educorada made in Spielberg.

caligula dijo...

Pues oiga, la de Star Wars tampoco está tan mal. Yo creo que hasta me gustó. Claro, que es que tenía las expectativas tan pero tan bajas que ya iba predispuesto a perdonarle cualquier incoherencia del argumento y tonterías varias, aunque hay que reconocer que no hay tantas. Eso sí, acción por todas partes y parece que bien llevada... además de que la muchachilla que han puesto de prota es bastante monilla, oiga. Muy majeta.

ah, bueno! y que cada vez que salía un personaje de la primera trilogía me dio por ponerme a aplaudir y el cine me siguió.... jijiji... bueno, también fui a una sesión de siete de la tarde (iba con mis sobrinos) lleno de críos disfrazados que quizá ni siquiera habían visto las anteriores y lo conocen más por Lego que por otra cosa.